UN MOMENTO CON DIOS
Siembra y cosecha.
“Porque, así como la tierra hace que broten los retoños, y el huerto hace que germinen las semillas, así el Señor omnipotente hará que broten la justicia y la alabanza ante todas las naciones”. (Isaías 61. 11)
¡Qué alegría se siente cuando
el invierno finaliza y la primavera nos anuncia que es tiempo de plantar el
huerto porque para cuando lleguen el verano y el otoño estaremos cosechando los
frutos que nos concede la generosa tierra que Dios nos dio para cultivar!
Esos mismos procesos vitales
que hacen que la semilla sembrada en buena tierra germine y brote y crezca y de
su abundante fruto son los que utiliza Dios para concedernos la justicia y la
alabanza. Todo tiene su ciclo. Antes de cosechar debemos abonar, arar y
sembrar.
Tal vez en algún momento de
nuestras vidas hemos llevado a cabo una mala siembra; pueden ser decisiones
equivocadas que hayamos tomado, o actuado en desobediencia, en fin, cualquier
acción que no haya sido del agrado a Dios, pero gracias a Su bondad y Su
misericordia divina, ÉL nos da la oportunidad de que seamos buenos sembradores.
Lo único que necesitamos es acercarnos a Él con un corazón contrito y humillado
para alcanzar Su perdón y comenzar de nuevo.
Nuevamente examinémonos y preguntémonos
¿Qué estamos sembrando hoy en nuestra vida? ¿Estamos actuando con justicia?
Cosecharemos justicia en abundancia.
¿Estamos sembrando pleitos y
división? Pleitos y división será nuestra vendimia. Nosotros somos los únicos
responsables de lo que estamos sembrando y de lo que estamos cosechando. Recordemos
que las semillas que plantamos hoy determinarán el fruto que cosecharemos
mañana.
Dios quiere hacer grandes
cosas en nuestro carácter, solamente debemos de identificar aquella semilla que
estamos sembrando mal; debemos de cambiarla por una mejor y así podremos ver
cómo Dios ha de hacer germinar para bien lo que hemos sembrado, y podremos
recoger buen fruto.
“No os engañéis; Dios no puede
ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segara.” (Gálatas
6. 7)
Dios les bendiga abundantemente.
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