UN MOMENTO CON DIOS
¿Entendemos la advertencia del
peligro?
“Luego le advirtieron a Lot: —¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla. Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas. —¡Apúrense! —les dijo—. ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla! Pero ellos creían que Lot estaba bromeando.” (Génesis 19. 12 – 14)
La historia de la destrucción
de Sodoma y Gomorra es muy conocida por todos. Dios reveló a Abraham que
destruiría estas dos ciudades porque su pecado era muy grave (Génesis capítulo
18).
Abraham intercedió por los
justos de la ciudad, y Dios le contestó que no la destruiría si encontraba diez
justos en la ciudad. Lamentablemente ni siquiera diez justos había, pues el
Señor decidió enviar dos ángeles con la misión de demoler aquel lugar.
El pasaje de hoy nos muestra
una conversación de los dos ángeles con Lot, el sobrino de Abraham. Dice que
los varones le dijeron a Lot que sacara a su familia de la ciudad, porque la
iban a destruir. Lot avisó a sus yernos, pero éstos pensaron que él bromeaba,
es decir no creyeron la advertencia del suegro; así que Lot marchó solo con su
esposa y sus hijas.
Después que ellos estuvieron
fuera, Dios envió una lluvia de fuego y azufre que incineró completamente ambas
ciudades y todos sus habitantes (Génesis 19. 24 - 25)
Hace años un barco que pasaba
por debajo de un puente en la ciudad de Saint Petersburgh, Florida, golpeó
accidentalmente una de sus columnas y ésta se quebró, haciendo que parte del
puente cayera al vacío. Era de noche y varios automóviles que en ese momento
trataban de cruzar el puente, sin percatarse de lo que había sucedido, cayeron
al mar.
Un automovilista que venía a
corta distancia se dio cuenta y pudo frenar a tiempo. Enseguida se bajó de su
auto, y comenzó a hacer señas a los que se acercaban para que se detuvieran,
pero ninguno hizo caso, quizás pensando que él estaba pidiendo algún tipo de
ayuda. Continuaron su camino y este hombre, con horror, pudo ver como uno a uno
esos vehículos caían al vacío. Finalmente, algunos se dieron cuenta y
comenzaron a detenerse antes de llegar al enorme hueco en el puente.
Muchos años después, aquel
hombre no había podido borrar de su mente aquella escena tan trágica de
automóviles cayendo al mar y sus ocupantes muriendo ahogados, sólo por no hacer
caso a la voz que los alertaba del peligro.
La Palabra de Dios advierte al
mundo del peligro del pecado, y es clara en cuanto a las consecuencias del
mismo: condenación eterna. Pero también nos habla de una esperanza en Juan 3. 16: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”
Esta esperanza es para los que
creen que Jesús es el Hijo de Dios, quien murió en la cruz con el fin de pagar
la deuda de nuestros pecados, y después resucitó venciendo a la muerte.
A los demás, aquellos que no
creen, les espera la muerte eterna. Así declara Juan 3. 18: “El que no
cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo
de Dios.”
Como cristianos, es nuestro
deber hablar al mundo del inmenso amor de Dios, y la salvación a través de
Jesucristo. Y también debemos advertirles acerca del peligro de no creer.
Dios les bendiga
abundantemente.
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