viernes, 21 de abril de 2017

Leyendo... 2 de Reyes capítulo 19


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LECTURA DIARIA:
2 de Reyes capítulo 19

Ezequías se puso de luto para indicar la blasfemia de los asirios. Ezequías sabia que solo Dios le ponía ayudar en esta situación tan difícil.
Ezequías mando por Isaías el varón de Dios. En lugar de buscar ayuda en el poder humano, busco a quien le guiara espiritualmente.
Los enviados le dijeron al profeta Isaías todo lo que había acontecido.
Ezequías pedía que Dios escuchara no su oración, sino las palabras de Rabsaces. Ezequías pide a Isaías que sea él quien ore a Dios.
Isaías era un profeta genuino que no daba su mensaje sino el mensaje de Dios.
El profeta le dijo al rey no tema, esta frase debió haberle dado un gran alivio al alma de Ezequías. Las amenazas no pasarían de ser solo palabras, Dios sabía exactamente lo acontecido y la blasfemia que habían hecho los asirios.
Dios haría regresar a los asirios a su tierra al escuchar un rumor. Después que lleguen a su casa pagarían con su vida la blasfemia hecha.
El rey asirio estaba peleando contra la ciudad vecina de Libna.
Sennaquerib había transferido sus guerreros contra la fortaleza de Libna.
Pero decidió enviar otros embajadores que dieron el mismo mensaje al rey Ezequías, que nadie se podía resistir al rey de Asiria, blasfemando nuevamente contra Dios.
Usaron los mismos argumentos para asustar. Esta vez los representantes
asirios le habían mandado el mensaje por carta a Ezequías. El rey tomó la carta y fue a la casa de Dios, ahora en lugar de pedirle a Isaías que ore, el presentó su carga ante Dios.
Ezequías reconoce ante Dios que Asiria era una nación poderosa, que había vencido a otras naciones porque no estaban protegidas por ningún dios.
Solo Dios podía ayudarles a salir delante de este conflicto.
La respuesta no vino directamente a Ezequías, sino por Isaías. Dios le indica a Ezequías que ha escuchado la blasfemia hecha por Senaquerib. El insulto de Asiria era directamente contra Dios y su rey era el responsable.
Dios había estado detrás de Asiria en las victorias, había usado a Asiria para castigar a las naciones rebeldes y paganas. Ahora Dios haría regresar a los asirios a su país.
La señal de Dios para su pueblo seria que vendría tiempo de cosecha y paz.
A pesar de estar acabados ante el ojo humano, llegaran a salir y florecer.
Asiria no llegaría poner un pie en tierra de los judíos, ni siquiera llegarían a disparar una sola flecha. Dios mismo seria quien le brindara protección a Jerusalén.
El ángel del Señor fue personalmente a enfrentar a los asirios. Solo la mano del todopoderoso podría haber echo tan gran hazaña.
El rey se fue derrotado moral y físicamente, ya que pensó tener la victoria segura. Tal como lo había prometido el Señor, se fueron sin entrar ni disparar una sola flecha sobre Jerusalén.
Pasado un largo tiempo, Senaquerib se sentía seguro y fuera de peligro, pensó que ya había escapado del juicio de Dios. Estando en el templo de su dios,
sus propios hijos lo mataron en frente de su dios.
Este fue el cumplimiento de la profecía dada por Isaías (Isaías 37.7)

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