jueves, 20 de abril de 2017

Leyendo... 2 de Reyes capítulo 18


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LECTURA DIARIA:
2 de Reyes capítulo 18

Ezequías el nuevo rey de Judá comenzó a reinar cuando en Israel su rey tenia tenía 3 años de reinado. Su padre Acaz fue el peor rey de Judá. Reinó en Jerusalén veintinueve años. 
A pesar de todo lo malo que había hecho su padre, Ezequías no lo imitó.
Pareció más hijo de David que de Acaz, por su reinado y comunión con Dios.
Nadie se había atrevido a acabar con los santuarios paganos altos hasta que él lo hizo. Destruyó las imágenes que usaban para adorar a los dioses falsos.
Y confió de todo corazón en Dios. De principio a fin tuvo su confianza en Dios.
A causa de su consagración, Dios estuvo con él y por consecuencia todo le salió bien.
Ezequías fue testigo de la caída de Israel. El rey de Asiria quiso tomar Judá como lo había hecho con Israel, para eso fue contra varias ciudades fuertes de Judá, solo le faltaba Jerusalén para conquistar Judá. Esto finalmente sucedió aproximadamente 5 años después de la caída de Samaria.
Al ver todo casi perdido la fe de Ezequías desfalleció. Para pagar el tributo impuesto Ezequías saco la plata del templo y el oro de las puertas, el rey esperaba que al darle todo al rey de Asiria este podría dejarlos en paz pero no sería así.
Asiria no se conformó y envió embajadores para que Judá se rindiera.
Pero Ezequías no los recibió, sino que salió el mayordomo a tomar el mensaje.
La estrategia de Asiria era introducir miedo y desconfianza en Ezequías. Los embajadores le dijeron a Ezequías que no podía confiar en Egipto porque lo traicionarían. Asiria le mando decir a Ezequías que tampoco podían confiar en Dios.
Los embajadores piden hacer negocios con Judá. Asiria le prometía darle a cambio de los rehenes, pero no cumplirían. Asiria miente haciéndoles creer que obedecían a Dios.
Los embajadores trataron de desalentar al pueblo desacreditando a su rey Ezequías. El rey de Asiria quería que le pueblo se entregara a él pacíficamente.
Si se entregaban pacíficamente les prometía quedarse en sus casas, también el rey de Asiria les prometía una tierra mejor y les prometió perdonarles la vida también.
El pueblo no respondió a los embajadores estaba desconcertado, pero seguían obedeciendo a su líder, por eso guardaron silencio.
Enseguida le fueron a comunicar al rey lo sucedido con los embajadores asirios, rasgaron sus ropas indicando duelo y lo seria de la situación.

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