lunes, 13 de febrero de 2017

Leyendo... 2 de Samuel introducción


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LECTURA DIARIA:
2 de Samuel Introducción

Este libro continúa la historia iniciada en 1 Samuel. Como ya se ha dicho, ambos forman una sola obra. 
Aquí el personaje central es David, a quien los israelitas consideraron el más grande de sus reyes. Los profetas y los poetas vieron en él la figura del futuro rey, o Mesías, que vendría a gobernar para siempre. De acuerdo a la enseñanza del Nuevo Testamento, ese Mesías es nuestro Señor Jesucristo.
En la primera parte del libro se narra cómo David llegó a ser rey de toda la nación de Israel, consolidando a las doce tribus en un solo reino (1—8). El más importante de esos relatos se encuentra en el capítulo 7. Allí Dios le promete a David una dinastía permanente, y sella su promesa con una alianza eterna.
El resto del libro se conoce como «relatos de la sucesión del trono» (9—20)
Allí, paralelas a la promesa de Dios, se leen historias llenas de avaricia, envidia, orgullo, favoritismos, odio, adulterio, violaciones y asesinatos.
En ese largo período de la historia de Israel, nace también el profetismo, junto con la institución de la monarquía. 
Las historias y relatos de reyes y profetas se desarrollan paralelas, como las dos vías del tren. Dios envía a sus profetas para llamar a los reyes y al pueblo a que regresen a Dios, a que lo obedezcan y vivan de acuerdo a sus leyes y enseñanzas.
Como ejemplo, podemos mencionar al profeta Natán, a quien Dios envió a visitar a David. Le dio la buena noticia de que, por medio de David, Dios establecería una dinastía eterna (capítulo 7). Pero cuando David cometió los pecados de adulterio y asesinato (capítulo 11), Natán lo enfrentó con palabras de condenación y castigo (capítulo 12).
Además de los castigos y promesas que los profetas anunciaron a los reyes y al pueblo, los profetas también ungieron a los reyes para dedicarlos al servicio de Dios. A los que se arrepentían, les llevaban palabras de perdón, de parte de Dios. Así lo hizo el profeta Natán en el caso de David, cuando éste se arrepintió por los terribles pecados que había cometido.
En los libros de Samuel se toca el tema del liderazgo. ¿Quién era realmente el rey de Israel? ¿Qué características debía tener el verdadero líder del pueblo? El verdadero rey era Dios, y los reyes aparecen en estos libros como «servidores» suyos. Por eso, es Dios quien siempre elige a los reyes, como lo hizo con David. 
Sin embargo, cada rey debía vivir de acuerdo con la alianza del Sinaí (Éxodo 19—20). La permanencia de la monarquía dependía de dos elementos fundamentales: la promesa de Dios, y la fidelidad y obediencia de los reyes.

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