UN
MOMENTO CON DIOS
Una
vida en crecimiento
"Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos
como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su
imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción
del Señor, que es el Espíritu." (2 Corintios 3.18)
Dios nos rescató del reino de las tinieblas, cuando nos convertimos a Cristo, para crecer, madurar en la fe, y por cierto, para tener la vida eterna.
La
vida del cristiano debe caracterizarse por el crecimiento y desarrollo
espiritual. Alguien definió la vida cristiana en tres etapas: Niñez, juventud y
el tiempo de madurez para llegar a ser padres espirituales. Cada etapa necesita
ser vivida para luego avanzar a la siguiente.
El
problema con la niñez espiritual, (la cual la Biblia define como carnalidad),
es que, si permanecemos mucho tiempo estacionados en ella, sin corregir
aquellas cosas que al Señor no le agradan, nos perderemos la bendición del
crecimiento. Una cosa es hacer acciones típicas de niño cuando uno es niño,
pero si uno ya debiera vivir como un adulto pero todavía hace cosas de niño,
nos daremos cuenta que algo anda mal.
La
vida cristiana es una vida de constante crecimiento. El estancamiento no tiene
parte en el verdadero cristianismo, ya que Dios a cada momento va tratando con
nuestras vidas para hacernos más semejantes a Cristo. Nadie que se acerca
verdaderamente a Dios puede seguir siendo la misma persona toda la vida. En la
presencia de Dios siempre hay un cambio para bien.
La religión no puede producir esto en nuestro interior. Quizás produzca un
cambio exterior, pero lo genuino de Dios siempre comienza de adentro hacia
fuera.
Sólo
la presencia de Dios pudo cambiar al endemoniado gadareno en una persona
pacífica; sólo la presencia de Dios pudo cambiar al estafador recaudador de
impuestos Zaqueo, en una persona honrada; sólo la presencia de Dios pudo
cambiar al Saulo de Tarso religioso en un Pablo cristiano.
La
medida de nuestros cambios está en la medida en que buscamos a Dios. Cuando más
nos acercamos a Él, más cerca de Su santidad estaremos y viviremos más lejos
del pecado.
Los cambios que hace el Señor son reales y generalmente graduales. En un
momento determinado, uno se detiene a pensar y se da cuenta que ciertos hábitos
y/o pecados ya son cosa del pasado.
El
presente poderoso que nos ofrece Cristo, con una vida renovada para bien, jamás
nos hará anhelar lo pecaminoso del pasado, pues siempre la santidad es superior
a la carnalidad o al pecado.
Es
bueno hacernos esta pregunta: en los últimos meses, ¿Hemos experimentado en
nuestra vida cambios favorables realizados por la presencia del Espíritu Santo?
Recordemos
podemos vivir de Gloria en Gloria por la presencia del Espíritu Santo en
nuestra vida.
Dios
les bendiga abundantemente.
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