jueves, 3 de marzo de 2022

Un momento... Una vida en crecimiento

 


UN MOMENTO CON DIOS

Una vida en crecimiento


"Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu." (2 Corintios 3.18)



Dios nos rescató del reino de las tinieblas, cuando nos convertimos a Cristo, para crecer, madurar en la fe, y por cierto, para tener la vida eterna.

La vida del cristiano debe caracterizarse por el crecimiento y desarrollo espiritual. Alguien definió la vida cristiana en tres etapas: Niñez, juventud y el tiempo de madurez para llegar a ser padres espirituales. Cada etapa necesita ser vivida para luego avanzar a la siguiente.

El problema con la niñez espiritual, (la cual la Biblia define como carnalidad), es que, si permanecemos mucho tiempo estacionados en ella, sin corregir aquellas cosas que al Señor no le agradan, nos perderemos la bendición del crecimiento. Una cosa es hacer acciones típicas de niño cuando uno es niño, pero si uno ya debiera vivir como un adulto pero todavía hace cosas de niño, nos daremos cuenta que algo anda mal.

La vida cristiana es una vida de constante crecimiento. El estancamiento no tiene parte en el verdadero cristianismo, ya que Dios a cada momento va tratando con nuestras vidas para hacernos más semejantes a Cristo. Nadie que se acerca verdaderamente a Dios puede seguir siendo la misma persona toda la vida. En la presencia de Dios siempre hay un cambio para bien.
La religión no puede producir esto en nuestro interior. Quizás produzca un cambio exterior, pero lo genuino de Dios siempre comienza de adentro hacia fuera.

Sólo la presencia de Dios pudo cambiar al endemoniado gadareno en una persona pacífica; sólo la presencia de Dios pudo cambiar al estafador recaudador de impuestos Zaqueo, en una persona honrada; sólo la presencia de Dios pudo cambiar al Saulo de Tarso religioso en un Pablo cristiano.

La medida de nuestros cambios está en la medida en que buscamos a Dios. Cuando más nos acercamos a Él, más cerca de Su santidad estaremos y viviremos más lejos del pecado.
Los cambios que hace el Señor son reales y generalmente graduales. En un momento determinado, uno se detiene a pensar y se da cuenta que ciertos hábitos y/o pecados ya son cosa del pasado.

El presente poderoso que nos ofrece Cristo, con una vida renovada para bien, jamás nos hará anhelar lo pecaminoso del pasado, pues siempre la santidad es superior a la carnalidad o al pecado.

Es bueno hacernos esta pregunta: en los últimos meses, ¿Hemos experimentado en nuestra vida cambios favorables realizados por la presencia del Espíritu Santo?

Recordemos podemos vivir de Gloria en Gloria por la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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