UN
MOMENTO CON DIOS
La
culpa y la acusación
"DIOS le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dió del árbol, y yo comí. Entonces Jehová DIOS dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí." (Génesis 3. 11 – 13)
Tanto
Adán como Eva, al ser confrontados por DIOS, intentaron quitarse la culpa y
echarla sobre alguien. Adán culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente.
Desde
el principio de la Creación siempre ha habido una tendencia en el ser humano a
echar la culpa en los demás y descargar en ellos el temor y la frustración de
una mala situación. En vano fueron los esfuerzos de Adán y Eva por librarse de
su horrible culpa.
En
muchas ocasiones la culpa cae sobre alguien que es totalmente inocente.
Cualquiera de nosotros puede, en algún momento, ser acusado de algo que no ha
hecho. También Jesús fue acusado injustamente.
Sin
embargo, en lugar de vengarse de todos ellos, teniendo el poder para hacerlo,
Jesús clamó a DIOS diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen.” (Lucas 23. 34).
No
hay nada peor que ser acusados injustamente. Lo más probable es que si nos
sucede a nosotros, sintamos deseos de vengarnos. Sin embargo, la Biblia nos
advierte lo siguiente en Romanos 12.19: "No os venguéis vosotros mismos,
amados míos, sino dejad lugar a la ira de DIOS; porque escrito está: Mía es la
venganza, yo pagaré, dice el Señor."
Si nos
empeñamos en vengarnos, amargaremos nuestra vida, perderemos el gozo y la paz,
y lo más probable es que nos traiga malas consecuencias. Mejor dejemos que Dios
se encargue del asunto, pues Él lo va a hacer mucho mejor que nosotros.
Cualquiera
que nos acusa injustamente es una persona necesitada de la gracia de Dios. Va a
ser necesario que pongamos toda nuestra confianza en DIOS para tratar con ella
en forma piadosa, que es lo que el Señor espera. Confiemos en que DIOS está
desarrollando nuestro carácter aún por medio de esa persona que nos ha
producido sufrimiento.
No
le paguemos con la misma moneda, no pensemos en venganza, no permitamos que el
enemigo nos use. Más bien bendigamos a quien nos acusó, y dejemos todo en manos
de DIOS. Él se encargará del asunto.
¿Esto
nos resulta imposible? Es lo más probable, pero clamemos a Dios por Su ayuda, y
Su Santo Espíritu nos capacitará para lograrlo. Nos sorprenderán los
resultados.
Dios
les bendiga abundantemente.
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