UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
CUANDO ALGUIEN PIENSA EN TU LUGAR
La pasividad, que no tiene nada que ver con el pacifismo, es una actitud totalmente opuesta a lo que DIOS requiere para poder obrar en el creyente. DIOS desea que nuestras facultades estén bien despiertas y que ejerzamos nuestra libre elección para aprender a cumplir su voluntad, que es que cooperemos con su Espíritu, no que durmamos aguardando que Él lo haga todo o, la inversa, salgamos tan rápido a ayudarle que terminemos por estorbarlo y no permitirle su obra.
La pasividad, es la condición especial para que los espíritus malignos puedan operar con éxito en un ser humano. Estos espíritus malignos necesitan encontrar una voluntad pasiva para hacerla esclava de su voluntad, mientras que DIOS desea un hombre regenerado, inteligente y activo, con una capacidad de elección que haga su voluntad en una libertad de su espíritu, cuerpo y alma.
Los poderes de las tinieblas desean hacer del hombre una máquina, una herramienta, un autómata. DIOS, en cambio, no necesita ni demanda de nadie una condición inactiva, ya que su obrar en y a través del hombre, no anula su personalidad, cosa que es opuesta en los demonios que sí necesitan que el hombre se postre en una total pasividad.
DIOS demanda una acción inteligente, racional, lo dice Romanos 12. Él requiere, sí, el apartamiento total del pecado, aquellas cosas que puedan estorbar en la obra que DIOS quiere hacer y usar de cada vida para Su propósito, y que no dejen obrar al Espíritu Santo.
La pasividad no debe confundirse con la calma, o la quietud, o con el espíritu manso del cual nos hablan las Escrituras, y que es de gran estima delante de DIOS. La quietud de espíritu, de corazón, mente, voz o expresión, puede coexistir con la más efectiva actividad dentro de la esfera de la voluntad de DIOS.
Hay quienes usan la palabra “rendirse” pensando que están totalmente rendidos a la voluntad de DIOS, pero en realidad sólo lo están en cuanto a sus sentimientos y propósitos, pues andan por medio del razonamiento y del juicio del hombre natural, aunque someten sus planes a DIOS, cosa que de por sí no es suficiente. Los que están en realidad “rendidos” se dan a sí mismos implícitamente para obedecer y llevar a cabo a toda costa lo que DIOS les revela y no lo que, “según ellos”, es la voluntad de DIOS.
Los creyentes que rinden su voluntad, todo lo que tienen y lo que son, a DIOS, no por eso anulan el uso de su mente regenerada, no están abiertos a la pasividad que da ocasión de actuar a los espíritus malignos, aunque bien pueden darle lugar en otras formas.
El origen de la pasividad que da una oportunidad de acción a los espíritus de maldad tiene su comienzo generalmente en una interpretación errónea de las Escrituras o en algunos pensamientos o creencias erradas en cuanto a las cosas divinas. Algunas de estas falsas interpretaciones de las Escrituras son las que hemos visto derruir conceptos básicos. La pasividad mental puede afectar a todo el hombre en espíritu, alma y cuerpo, principalmente cuando la persona permanece en este estado durante mucho tiempo y esta actitud se ha arraigado muy profundamente.
Dios les bendiga abundantemente.
CUANDO ALGUIEN PIENSA EN TU LUGAR
La pasividad, que no tiene nada que ver con el pacifismo, es una actitud totalmente opuesta a lo que DIOS requiere para poder obrar en el creyente. DIOS desea que nuestras facultades estén bien despiertas y que ejerzamos nuestra libre elección para aprender a cumplir su voluntad, que es que cooperemos con su Espíritu, no que durmamos aguardando que Él lo haga todo o, la inversa, salgamos tan rápido a ayudarle que terminemos por estorbarlo y no permitirle su obra.
La pasividad, es la condición especial para que los espíritus malignos puedan operar con éxito en un ser humano. Estos espíritus malignos necesitan encontrar una voluntad pasiva para hacerla esclava de su voluntad, mientras que DIOS desea un hombre regenerado, inteligente y activo, con una capacidad de elección que haga su voluntad en una libertad de su espíritu, cuerpo y alma.
Los poderes de las tinieblas desean hacer del hombre una máquina, una herramienta, un autómata. DIOS, en cambio, no necesita ni demanda de nadie una condición inactiva, ya que su obrar en y a través del hombre, no anula su personalidad, cosa que es opuesta en los demonios que sí necesitan que el hombre se postre en una total pasividad.
DIOS demanda una acción inteligente, racional, lo dice Romanos 12. Él requiere, sí, el apartamiento total del pecado, aquellas cosas que puedan estorbar en la obra que DIOS quiere hacer y usar de cada vida para Su propósito, y que no dejen obrar al Espíritu Santo.
La pasividad no debe confundirse con la calma, o la quietud, o con el espíritu manso del cual nos hablan las Escrituras, y que es de gran estima delante de DIOS. La quietud de espíritu, de corazón, mente, voz o expresión, puede coexistir con la más efectiva actividad dentro de la esfera de la voluntad de DIOS.
Hay quienes usan la palabra “rendirse” pensando que están totalmente rendidos a la voluntad de DIOS, pero en realidad sólo lo están en cuanto a sus sentimientos y propósitos, pues andan por medio del razonamiento y del juicio del hombre natural, aunque someten sus planes a DIOS, cosa que de por sí no es suficiente. Los que están en realidad “rendidos” se dan a sí mismos implícitamente para obedecer y llevar a cabo a toda costa lo que DIOS les revela y no lo que, “según ellos”, es la voluntad de DIOS.
Los creyentes que rinden su voluntad, todo lo que tienen y lo que son, a DIOS, no por eso anulan el uso de su mente regenerada, no están abiertos a la pasividad que da ocasión de actuar a los espíritus malignos, aunque bien pueden darle lugar en otras formas.
El origen de la pasividad que da una oportunidad de acción a los espíritus de maldad tiene su comienzo generalmente en una interpretación errónea de las Escrituras o en algunos pensamientos o creencias erradas en cuanto a las cosas divinas. Algunas de estas falsas interpretaciones de las Escrituras son las que hemos visto derruir conceptos básicos. La pasividad mental puede afectar a todo el hombre en espíritu, alma y cuerpo, principalmente cuando la persona permanece en este estado durante mucho tiempo y esta actitud se ha arraigado muy profundamente.
Dios les bendiga abundantemente.
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