LECTURA DIARIA:
Eclesiastés 6
Es de sabios disfrutar de lo que se recibe de Dios.
En este capítulo Salomón muestra que tener la actitud correcta acerca de Dios puede ayudarnos a lidiar con las injusticias presentes. La prosperidad no siempre es buena y la adversidad no siempre es mala. Sin embargo, Dios es bueno siempre, y si vivimos como El, experimentaremos contentamiento.
El abortivo, el que nace muerto, está mejor que el que no ha disfrutado del fruto de su trabajo y se priva a sí mismo inútilmente.
«Dios no le da facultad de disfrutar de ello» probablemente se refiere a que la persona muere. Aun si viviese una larga vida, a la postre carece de sentido (es vanidad) en sí mismo porque uno no se puede llevar las riquezas materiales. Todos morimos. Tanto los ricos como los pobres terminan en la tumba. Mucha gente trabaja arduamente para prolongar la vida y mejorar su condición física, pero no invierten ni siquiera el mismo tiempo o esfuerzo en su salud espiritual. Cuán corto de vista es el que se esfuerza por prolongar esta vida y no da los pasos necesarios para ganar la vida eterna.
Las satisfacciones materiales no bastan. Es mejor estar contento con lo que se tiene. Ello nos mantiene alejados de la codicia.
Salomón está señalando la profunda verdad de que no podemos predecir lo que nos depara el futuro. El único que conoce lo que sucederá después de que nos hayamos ido es Dios. Ningún humano conoce el futuro, así que cada día debe vivirse por su propio valor. Salomón está rebatiendo la noción de que el hombre puede hacerse cargo de su propio destino. En todos nuestros planes debemos volver la vista a Dios, no sólo hacia el futuro.
En 6.1-8 el Predicador repite la enseñanza de la declaración anterior: supuesto que Dios, dueño de todos los bienes, si al mismo tiempo no da al hombre la facultad de gozar de cuanto le ha dado, esto es un mal muy gravoso sobre el hombre. El hombre puede tener bienes; honra; hijos; larga vida; pero Dios no le permite gozar de ello, por lo contrario, los extraños se lo comen, esto es vanidad y su condición es la de un abortivo. Los extraños se lo comen en este contexto, posiblemente porque no tenga hijos que hereden sus bienes.
Cien hijos y vive muchos años, aquí son los hijos quienes aparentemente disfrutan. Los bienes, los hijos, la larga vida, eran las cosas apreciadas en la antigüedad, pero todas estas cosas, sin que Dios disponga que se goce de ellas, no sirven para alcanzar la felicidad.
Un abortivo, significa aquí, como aquel que no tuvo nada y se fue a las tinieblas porque no alcanzó a vivir; y al otro que lo tuvo todo pero fue como si no hubiese tenido nada. Mal por mal, el abortivo quedó en mejores condiciones, porque no tuvo la frustración de tener y no gozar. Las mejores condiciones para alcanzar la felicidad de nada sirven si no se gozan de ellas, y esto último depende de Dios. Y con todo eso, su alma no se sacia.
El Predicador sigue con la comparación del abortivo y el que no disfruta de lo que posee, lo que dice ahora, es que el abortivo no deseó nada y por ello no hay frustración en su suerte, lo contrario del que se afanó por tener cosas que hacen a la felicidad y no disfrutó de ellas.
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