LECTURA DIARIA:
Eclesiastés 5
El predicador dice que es mejor obedecer los preceptos de Dios que ofrecer el sacrificio de los necios.
Cuando entramos en la casa de Dios, debemos ir con una actitud correcta para poder estar abiertos y listos para escucharle, no para dictarle lo que pensamos que Él debe hacer.
Comparando versículo 1 con el versículo 4, se deduce que la prisa que el Predicador tiene en mente es la que conduce a ofrecer sacrificios o votos que frecuentemente no pueden ser pagados. Jesús advierte contra los juramentos en Mateo 5.33-37.
Los sueños son a veces el fruto de la ansiedad y las preocupaciones, sin que signifiquen nada. De la misma manera, el necio habla mucho pero dice poco.
Salomón advierte a sus lectores que no deben hacer votos (promesas) necios a Dios. En la cultura israelita, el hacer votos era un asunto serio. Los votos eran voluntarios, pero una vez que se hacían, eran inquebrantables. Es muy tonto hacer votos que no se pueden cumplir o jugar con Dios al cumplir un voto parcialmente. Es mejor no prometer que hacer una promesa a Dios y no cumplirla. Todavía mejor es hacer un voto y cumplirlo.
La riqueza y las ganancias materiales no contentan y no pueden satisfacer a los seres humanos. Todos los sistemas económicos, ya sean marxistas, socialistas o capitalistas, se basan en el materialismo, y por lo tanto son vanidad.
Siempre queremos más de lo que tenemos. Salomón observó que aquellos que aman el dinero y lo buscan obsesivamente nunca encuentran la felicidad que el dinero promete. Por otro lado, la riqueza atrae a los que viven a expensas de otros y a los ladrones que la desean, ocasiona insomnio y temor, y a la larga termina en pérdida porque no podemos llevárnosla.
Mientras mayores sean las ganancias materiales, más se siente uno agobiado por la abundancia. Nada de lo que se posee puede ser acarreado cuando se parte de esta vida. Así, no trae provecho acumular riquezas ociosas. Dios le ha dado a los seres humanos bendiciones materiales, y es su deber disfrutarlas con moderación.
Otra vez el Predicador regresa al segundo tema de este libro: aunque no se puede descubrir un valor absoluto por esfuerzos humanos en esta vida, se debe recibir agradecida y gozosamente las bendiciones de Dios.
Dios quiere que veamos lo que tenemos (ya sea mucho o poco) desde la perspectiva correcta, nuestras posesiones son un regalo de Dios. Son motivos de regocijo, pero no fuente de gozo, ya que todo lo bueno proviene de Dios. Debemos enfocarnos más en el Dador que en el regalo. Podemos contentarnos con lo que tenemos cuando nos damos cuenta de que con Dios tenemos todo lo que necesitamos.
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