martes, 12 de marzo de 2024

Un momento... El perdón eficaz

 


UN MOMENTO CON DIOS

El perdón eficaz

 

“Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de DIOS; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”. (Hebreos 12. 14, 15)

 

Probablemente en alguna ocasión alguien nos ha herido profundamente. Es posible que con el tiempo esas heridas hayan ido aparentemente “sanando” y quizás hayas llegado a aceptar la situación y seguir viviendo “sin problemas”.

Pero si escudriñamos nuestro corazón, si miramos bien dentro de nosotros, ¿tenemos la seguridad de que hemos perdonado a esa persona, o acaso cuando la vemos, o mencionamos su nombre, allí bien dentro sentimos una especie de rencor, o resentimiento que nos quita el gozo? ¿Acaso habrá allí alguna raíz de amargura?

La amargura es un factor corrosivo que nos roba la paz y destruye nuestras relaciones. La persona amargada corrompe toda relación, en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, entre las amistades, etc., etc.

En última instancia la amargura cierra las puertas a la gracia de Dios. La amargura, el enojo, la ira, son sentimientos que entristecen al Espíritu Santo, lo cual afecta nuestra relación con Dios y por lo tanto nuestro crecimiento espiritual.

Es necesario que eliminemos estos sentimientos de nuestras vidas, de lo contrario echarán raíces en nuestros corazones y se convertirán en algo peor, que es el rencor. 

En el versículo de hoy, el autor de la carta a los Hebreos trata de los problemas y luchas diarias de la vida cristiana. En primer lugar, se refiere a lo que debe ser la meta del cristiano: vivir en paz. Nos exhorta a buscar la paz con todos y a vivir en santidad, sin la cual, nos advierte, “nadie verá al Señor.”

El versículo 15 empieza con una frase que es una alta recomendación. Dice: “Asegúrense...” Aquí hay una exhortación a que hagamos un examen profundo del contenido de nuestro corazón y nos alerta acerca de la posible existencia de raíces de amargura que afecten nuestra relación con Dios y con los demás.

¿Nos es muy difícil perdonar a quienes nos han herido?... ¿Nos cuesta mucho perdonar de corazón?... Seguramente… Pero todos tenemos que reconocer que somos débiles y que muchas veces no tenemos ese deseo de perdonar; no podemos hacerlo con nuestras propias fuerzas.

Si de corazón deseamos perdonar a quien nos ha hecho daño, Dios nos ayudará a lograrlo por medio de Su Santo Espíritu. Allí en la cruz del Calvario, sufriendo indescriptible dolor Jesús clamó a Dios pidiendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23. 34)

Esta misma manifestación puede llevarse a cabo en nuestra vida, hoy mismo, si le pedimos a Dios que nos de las fuerzas y el valor para perdonar a aquellos que nos han herido. ÉL está siempre dispuesto a ayudarnos, cuando le clamamos de corazón. 

Dios les bendiga abundantemente.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario