UN MOMENTO CON DIOS
El perdón eficaz
“Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de DIOS; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”. (Hebreos 12. 14, 15)
Probablemente en alguna
ocasión alguien nos ha herido profundamente. Es posible que con el tiempo esas
heridas hayan ido aparentemente “sanando” y quizás hayas llegado a aceptar la
situación y seguir viviendo “sin problemas”.
Pero si escudriñamos nuestro
corazón, si miramos bien dentro de nosotros, ¿tenemos la seguridad de que hemos
perdonado a esa persona, o acaso cuando la vemos, o mencionamos su nombre, allí
bien dentro sentimos una especie de rencor, o resentimiento que nos quita el
gozo? ¿Acaso habrá allí alguna raíz de amargura?
La amargura es un factor
corrosivo que nos roba la paz y destruye nuestras relaciones. La persona
amargada corrompe toda relación, en el matrimonio, en la familia, en el
trabajo, entre las amistades, etc., etc.
En última instancia la
amargura cierra las puertas a la gracia de Dios. La amargura, el enojo, la ira,
son sentimientos que entristecen al Espíritu Santo, lo cual afecta nuestra
relación con Dios y por lo tanto nuestro crecimiento espiritual.
Es necesario que eliminemos
estos sentimientos de nuestras vidas, de lo contrario echarán raíces en
nuestros corazones y se convertirán en algo peor, que es el rencor.
En el versículo de hoy, el
autor de la carta a los Hebreos trata de los problemas y luchas diarias de la
vida cristiana. En primer lugar, se refiere a lo que debe ser la meta del
cristiano: vivir en paz. Nos exhorta a buscar la paz con todos y a vivir en
santidad, sin la cual, nos advierte, “nadie verá al Señor.”
El versículo 15 empieza con
una frase que es una alta recomendación. Dice: “Asegúrense...” Aquí hay una
exhortación a que hagamos un examen profundo del contenido de nuestro corazón y
nos alerta acerca de la posible existencia de raíces de amargura que afecten
nuestra relación con Dios y con los demás.
¿Nos es muy difícil perdonar a
quienes nos han herido?... ¿Nos cuesta mucho perdonar de corazón?...
Seguramente… Pero todos tenemos que reconocer que somos débiles y que muchas
veces no tenemos ese deseo de perdonar; no podemos hacerlo con nuestras propias
fuerzas.
Si de corazón deseamos
perdonar a quien nos ha hecho daño, Dios nos ayudará a lograrlo por medio de Su
Santo Espíritu. Allí en la cruz del Calvario, sufriendo indescriptible dolor Jesús
clamó a Dios pidiendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen.” (Lucas 23. 34)
Esta misma manifestación puede
llevarse a cabo en nuestra vida, hoy mismo, si le pedimos a Dios que nos de las
fuerzas y el valor para perdonar a aquellos que nos han herido. ÉL está siempre
dispuesto a ayudarnos, cuando le clamamos de corazón.
Dios les bendiga
abundantemente.
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