UN MOMENTO CON DIOS
La verdadera conversión
“sí se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7.14)
La conversión es el verdadero
arrepentimiento y cambiar la forma en que hacemos las cosas. El que robaba no
lo haga más y que no salgan malas palabras de su boca (Efesios 4. 28 - 29).
Debemos abandonar toda
conducta que haga mal al prójimo, en pocas palabras, practicar el amor.
La conversión implica que
nuestra forma de pensar sea transformada, para que cambie nuestra forma de
actuar y que las consecuencias de vivir de manera independiente sean cambiadas
por la buena, agradable y perfecta forma de vivir que Dios quiere para nosotros
(Romanos 12. 1 - 2)
La conversión inicia cuando
nos es anunciada la Palabra de Dios, si escuchamos su Palabra sucede lo que
dice 1 Pedro 1. 23: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”
En Juan capítulo 3, vemos una
conversación muy importante entre el Señor Jesús y Nicodemo, donde Cristo le
explica a este maestro de la ley que debe nacer de nuevo para entrar en el
reino de Dios, por medio de su Palabra y por el Espíritu Santo (Juan 3. 6),
concluyendo que este nacimiento es por la fe en su nombre, cuando dice “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3. 16)
Dios envió la cura a la
enfermedad más contagiosa y mortal: el pecado, y esta medicina es su hijo
Jesucristo. Por tanto, nos está llamando a volver a Él, a traerlo a nuestra
vida, a creer en Jesús para tener vida eterna, a abandonar el mal camino
fijándonos en Jesús el autor y consumador de la fe. (Hebreos 12. 2)
Dios les bendiga
abundantemente.
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