UN MOMENTO CON DIOS
Cuidemos nuestros enojos
“La cordura del hombre detiene su furor, Y su honra es pasar por alto su ofensa” (Proverbios 19. 11)
Todos nos enojamos por
diversos motivos.
Hay ira que nos lleva a
hacerles bien a otros, como cuando nos enojamos al ver alguna injusticia. Por
ejemplo, la ira justa de Jesús llevó a la purificación del templo (Juan 2. 13 -
20). Comerciantes se habían apoderado del templo reservado para la adoración y
la ocupaban para vender animales para el sacrificio. El Señor Jesús los echó y
restauró el lugar a su uso original.
La ira también puede
desencadenar una serie de circunstancias negativas que rápidamente se van fuera
de control. Decimos palabras que lastiman a otros. Por tanto, necesitamos ayuda
con el enojo y debemos evitar la compañía de aquellos que influyen
negativamente y convertirnos en personas crónicamente enojadas. La Biblia dice:
“No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no
sea que aprendas sus maneras, Y tomes lazo para tu alma”. (Proverbios 22. 24 –
25)
Evaluemos nuestras propias
actitudes y palabras. Santiago nos dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo
hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la
ira del hombre no obra la justicia de Dios”. (Santiago 1. 19)
Podemos experimentar la ira
sin dejar que se convierta en pecado o permitir que traiga consecuencias
negativas. La Biblia dice: “Airaos, pero no pequéis; no
se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. (Efesios 4. 26)
Tratar con la ira el mismo día
en que surge sirve como elemento prudente tanto para evitar los resultados
adversos que nuestra ira puede causar como para poner freno a la actividad del
diablo en nuestra vida.
Sigamos las instrucciones de
Dios, usemos los principios bíblicos para vencer el enojo dañino en nuestra
vida. “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir la
ira”. (Proverbios 15. 1)
Dios les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario