UN MOMENTO CON DIOS
Correr con perseverancia
“Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios. Por lo tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores; por eso, no se cansen ni se desanimen”. (Hebreos 12. 1 – 3)
Un maratón es una carrera
agotadora. El corredor debe sobreponerse a los calambres musculares, las
ampollas y el deseo de rendirse. Pero cada paso reafirma su compromiso de
seguir adelante hasta cruzar en victoria la línea de llegada.
En muchos sentidos, la vida
cristiana es así. No es una carrera a toda velocidad al cielo, sino un largo y
obediente maratón. Hay obstáculos que podrían hacernos tropezar, y cargas que
tenemos que dejar a un lado para poder correr sin obstáculos.
La palabra que resume nuestra
carrera terrenal es perseverancia. Este término implica pasar por algo
difícil sin darse por vencido. Incluye el concepto de soportar las dificultades
con paciencia y constancia. Cristo no nos ha prometido una vida fácil. De
hecho, les dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis
aflicción” (Juan 16. 33)
¿Cómo podemos seguir adelante?
La respuesta es fijar nuestros ojos en Cristo, no en las dificultades y los
obstáculos. ÉL estableció el ejemplo, al soportar la cruz por el gozo puesto
delante de ÉL. Para enfocarnos en el Señor, debemos leer la Biblia. Entonces
podremos ver lo que Cristo quiere que hagamos, cómo debemos reaccionar ante las
diversas situaciones de la vida, qué recursos nos ha provisto para ayudarnos, y
qué nos ha prometido en la línea de llegada.
El gozo puesto delante de
nosotros incluye una herencia indestructible, inmarchitable, reservada en
el cielo (1 Pedro 1. 4), y una gloria eterna mucho más abundante que
nuestro sufrimiento terrenal (2 Corintios 4. 17)
Pero lo mejor de todo, cuando
crucemos la línea de llegada, entraremos en la presencia de Cristo para estar
con ÉL para siempre.
Dios les bendiga abundantemente.
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