lunes, 3 de octubre de 2016

Leyendo... Números capítulo 26


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 26

El nuevo censo era necesario porque la primera generación había perecido. Este capítulo da inicio a la segunda sección principal tras la partida del Sinaí, y trata de la preparación de una nueva generación para la tierra prometida. No se informa de más murmuraciones, quejas o rebeliones. La distribución de la tierra y los preparativos de su conquista, junto a varias instrucciones nuevas, completan lo que falta del libro de Números.
Ofrecen los resultados del censo. Los nombres de las familias son aquellos que designaban a los antepasados de las doce tribus de la primera generación israelita.
El propósito del censo era la distribución de la tierra entre las tribus. En ello se distingue del censo de la primera generación, cuyo objetivo era determinar el orden que les correspondía en la marcha y en las batallas. Ofrecen el censo de los levitas que no tomarían parte en el reparto de las tierras.
La ausencia de descendencia masculina en una familia de la generación del éxodo causaba problemas a los herederos, debido a que las mujeres eran provistas por sus hermanos y esposos. El hecho de que no existiese algún hermano significaba que una tribu israelita perdía una familia.
Por eso es notable la mención de las hijas de Zelofehad entre los de la tribu de Manasés. Las hijas generalmente no se mencionan, pero estas mujeres figuran en el establecimiento de algunas leyes importantes en cuanto a la herencia.
La proporción de las parcelas dependía del censo precedente. La tierra se dividiría echando suertes, y las heredades se asignarían a las tribus de acuerdo con su tamaño. Estos dos principios para la distribución de la tierra podrían causar conflictos si arrojaban resultados divergentes. En el texto se asume que el Señor controlaba el sorteo y que sus resultados corresponderían al tamaño de las tribus. De ahí en adelante no habría motivo para que una tribu desbordara sus límites, porque éstos habían sido repartidos por suerte, así como según su tamaño.
Habían pasado treinta y ocho años desde el primer gran censo en el capítulo uno de Números. Durante ese tiempo, cada hombre o mujer israelita mayor de veinte años excepto Caleb, Josué y Moisés habían muerto, y todavía las leyes de Dios y el carácter espiritual de la nación permanecían intactos.

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