LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 11
Moisés llama al pueblo a observar los dos mandamientos principales: “Amarás a Dios y guardarás sus mandamientos”.
En este capítulo Moisés repite los eventos del Éxodo para declarar que la desobediencia tiene sus consecuencias y trae el juicio de Dios sobre la nación. Moisés termina su exhortación de amar a Dios y obedecer sus mandamientos apelando al pasado para hablar directamente a la nueva generación de israelitas que se preparaba para entrar en Canaán.
Moisés recordó la rebelión de Datán y Abiram para destacar la falta de Israel y el castigo de Dios. Estos hombres se rebelaron contra la autoridad del líder escogido por Dios, Moisés, y fueron destruidos. Al rebelarse, Datán y Abiram acusaron a Moisés de haberlos sacado de la tierra que manaba leche y miel, Egipto para llevarlos a la desolación del desierto.
Israel tenía fuertes razones para creer en Dios y obedecer sus mandamientos. Habían sido testigos de un desfile de milagros poderosos que demostraban el amor de Dios y su cuidado de ellos. Aunque es increíble, todavía les costaba ser fieles.
Moisés declara al pueblo que la tierra que ellos iban a heredar de las manos de Jehová no era como la tierra de Egipto. La tierra de Egipto dependía de la inundación del río Nilo para mantener su fertilidad y producir la abundante cosecha. Pero la producción de la cosecha anual requería mucho trabajo, y para mantener esta abundancia todos los años Egipto necesitaba el trabajo de los esclavos.
La lección que Moisés deseaba enseñar al pueblo era que por la obediencia Israel gozaría del fruto de la tierra y tendría abundancia para cada familia y para el ganado.
Por cuanto existe una relación entre la lealtad y obediencia a Dios y la prosperidad de la tierra, Moisés exhorta a Israel una vez más a que obedezca los mandamientos que Dios había dado a la nación. Las demandas de tener los mandamientos siempre presentes y la exhortación a enseñar los mandamientos a sus hijos y de escribirlos en las puertas de las casas aparece en 6:6-9. La obediencia de Israel a las demandas del pacto garantizaba que los días del pueblo en la tierra que Jehová había prometido dar a Israel serían tan numerosos como los días de los cielos sobre la tierra. Esta expresión usa la estabilidad y la eternidad del cielo para simbolizar la idea de perpetuidad de la promesa.
Si Israel obedecía la Ley de Dios, sería bendecido de muchas maneras. Obedecer era oír Su voz y poner en práctica Sus mandamientos que Él había dado por medio de Moisés. Obedecer era ser fiel a Dios y mantener las demandas del pacto.
La consecuencia de la desobediencia era la maldición. Desobedecer era apartarse del camino de Dios y servir a los otros dioses. Las leyes que Israel tenía que obedecer eran las que Moisés había dado a Israel en el monte Sinaí. Estas leyes declaraban que Dios era el único Dios de Israel y que solamente Él debía ser adorado por el pueblo del pacto.
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