LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 3
Los israelitas enfrentaban un gran problema, el bien entrenado ejército de Og, rey de Basán. Los israelitas casi no tenían posibilidades, pero ganaron porque Dios peleó por ellos.
Og y su pueblo fueron derrotados, y todas las ciudades de su reino fueron destruidas según las demandas de la guerra santa. En la guerra santa el pueblo peleaba contra el enemigo pero la victoria pertenecía a Dios. Todas las cosas que pertenecían a los dioses de los amorreos deberían ser destruidas; por lo tanto, todas las ciudades y las aldeas del reino de Og fueron destruidas por completo.
Después de la conquista de los reinos de Sejón y Og, al oriente del Jordán, el territorio que previamente pertenecía a los amorreos fue dividido entre las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés como parte de la herencia que Jehová había prometido a Israel.
Estas tres tribus decidieron quedarse y establecer allí, en esas ciudades como parte de su adjudicación de la promesa de Jehová a los patriarcas.
Maquir era uno de los hijos de Manasés y fue padre de Galaad. El clan de Maquir recibió la mitad de Galaad.
Las tres tribus podían recibir la tierra al lado oriental del Jordán como su herencia en Israel, pero sus hombres de guerra tenían la responsabilidad de cruzar el río Jordán con las demás tribus y ayudar a sus hermanos a conquistar la tierra prometida.
En aquella ocasión Moisés también exhortó a Josué, el líder de la nueva generación de israelitas a continuar la conquista de la tierra de Canaán. La exhortación de Moisés estaba fundamentada en lo que Dios había hecho a favor de Israel.
Moisés había liberado al pueblo de Israel para llevarlos a la tierra de Canaán, pero por su pecado, él mismo no entraría en la tierra que Dios había prometido dar a Israel como herencia. Este pasaje enseña la razón por la que Moisés no pudo entrar en Canaán. Después de distribuir la tierra a las tribus que se quedaron al oriente del Jordán, Moisés habla otra vez a Israel acerca de la decisión de Jehová de no permitir que él entrara en Canaán. En su oración a Jehová declara que la victoria de Israel y la distribución de la tierra era el principio de la realización de las promesas de que Israel iba a heredar la tierra. Moisés anhelaba entrar en Canaán y participar en el cumplimiento de las promesas de Jehová a los patriarcas. Toda la obra de Moisés, desde su visión de Jehová en la zarza ardiente hasta el momento de su discurso en la tierra de Moab, tenía por objetivo traer al pueblo a la tierra de Canaán. Moisés oró a Jehová y suplicó intensamente a Dios que le diera la gracia de cruzar el río Jordán y entrar en la tierra prometida con el pueblo.
Pero, aun cuando Moisés oró fervientemente, su oración no fue contestada. Moisés, el varón de Dios, el hombre que había orado diversas veces intercediendo por Israel, ahora no pudo hallar gracia ante los ojos de Dios.
Dios manda a Moisés que comisione a Josué como su sucesor. “Comisionar” significa transferir el liderazgo de las tribus a Josué e investirle con autoridad para continuar la obra de Moisés. Josué tenía dos misiones, cruzar el río Jordán con el pueblo y tomar posesión de la tierra para las tribus de Israel. Como sucesor Josué iba a cosechar lo que Moisés había plantado. Israel se quedó en el valle de Bet peor esperando la orden de cruzar el Jordán, la ocasión cuando la promesa de Jehová iba a cumplirse.
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