domingo, 23 de octubre de 2016

Leyendo... Deuteronomio capítulo 8

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LECTURA DIARIA:
Deuteronomio capítulo 8

Moisés inició su amonestación, exhortando a Israel otra vez a poner por obra el mandamiento que él había presentado a la nación. El uso de la palabra mandamiento en el singular es probablemente una referencia a todas las enseñanzas que Moisés había dado a Israel. La observancia de los mandamientos y las demandas del pacto eran la condición que Dios había impuesto para la entrada y la conquista de la tierra de Canaán. Por su obediencia Israel viviría en la tierra por muchos años y por su obediencia gozaría de las bendiciones de la tierra de la promesa.
Cada israelita tenía que recordar lo que Dios había hecho por el pueblo durante los 40 años de peregrinación en el desierto. Moisés se remonta a la experiencia de Israel en el desierto y proyecta aquella prueba dura sobre la presente generación. Durante los 40 años en el desierto Dios probó a Israel a fin de conocer la intención de su corazón. Tenía que aprender a depender de Dios y obedecer sus mandamientos.
Una de las pruebas de Israel en el desierto fue el hambre. Dios le permitió experimentar el hambre, pero por su gracia los alimentó con el maná. El pueblo tenía que depender de Dios todos los días. Cada día tenían que creer que Dios iba a proveer el pan para aquel día.
Otra evidencia de la provisión divina fue que Dios hizo posible que Israel se vistiera adecuadamente durante los 40 años en el desierto.
La tierra que Israel iba a heredar como su herencia era una tierra de gran abundancia. Moisés describe la fertilidad de la tierra y enumera sus riquezas agrícolas y minerales. La tierra de Canaán era una tierra que tenía agua en abundancia. Esta abundancia de agua es un contraste fuerte con la experiencia del desierto donde Israel sufrió sed. La tierra de Canaán era una tierra donde había una abundancia de productos agrícolas. La tierra producía trigo, cebada, vides, higos y granados. Canaán también era una tierra de olivares y de miel. Allí, no comerían pan con escasez así como habían comido durante su jornada por el desierto.
Después de conquistar a Canaán y de gozar de la abundancia de la tierra prometida, Israel tenía que bendecir a su Dios y agradecerle por la comida y por la tierra fértil que él había dado al pueblo. Jehová había bendecido a su pueblo con la prosperidad de la tierra. Pero, en reconocimiento de las bendiciones recibidas, el pueblo tenía que reconocer que estas ricas bendiciones fueron recibidas como dádivas de Dios y en reconocimiento de estas bendiciones, el pueblo debía dedicar a Dios lo que habían recibido de él.
Pero la prosperidad económica podía transformarse en tentación si Israel se olvidaba de quién era el autor de esta prosperidad. Para combatir la tentación del olvido, Moisés apeló a la memoria de Israel. No podía olvidarse de Dios en su prosperidad; necesitaban obedecer los mandamientos de Jehová y vivir su vida bajo las demandas del pacto.
Si Israel se olvidaba de Jehová en su prosperidad y adoraba otros dioses iba a perecer. Esta amonestación de Moisés está basada en la advertencia de los Diez Mandamientos, y afirma una vez más que la desobediencia de Israel cancelaría su habilidad de alcanzar el cumplimiento total de las promesas de Dios. Israel sería arrojado de su tierra así como Dios había destruido las naciones de Canaán.

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