UN MOMENTO CON DIOS
Obstáculos a la obediencia
“Naamán se enojó y se fue diciendo: «Yo pensé que el profeta saldría a recibirme, y que oraría a su Dios. Creí que pondría su mano sobre mi cuerpo y que así me sanaría de la lepra. ¡Los ríos Abaná y Farfar, que están en Damasco, son mejores que los de Israel! ¿No podría bañarme en ellos y sanarme?”
Así que se fue de allí muy enojado. Pero sus sirvientes se acercaron a él y le dijeron: «Señor, si el profeta le hubiera pedido que hiciera alguna cosa difícil, usted la habría hecho. ¡Con más razón, debiera hacerle caso y meterse en el río Jordán para sanarse!» Naamán fue y se metió siete veces en el río Jordán como le había dicho el profeta. Enseguida su piel quedó sana y suave como la de un niño. Luego Naamán y todos sus acompañantes regresaron a ver a Eliseo. Cuando Naamán llegó ante el profeta, le dijo: —Ahora estoy seguro de que sólo en Israel se adora al verdadero Dios. Por favor, acepta un regalo de este tu servidor. Eliseo le contestó: —No voy a aceptar ningún regalo. Lo juro por el Dios al que sirvo. Naamán le insistió para que lo aceptara, pero Eliseo no quiso. Entonces Naamán le dijo: —Permíteme llevar toda la tierra que pueda cargar en dos mulas, porque de ahora en adelante voy a ofrecer sacrificios y ofrendas sólo a Dios. No se los ofreceré a ningún otro dios.” (2 Reyes 5. 11 – 17)
La obediencia es una acción
poderosa que puede desencadenar la gloria de Dios de maneras que están más allá
de nuestra imaginación. Pero obedecer es usualmente difícil porque nuestros
deseos son probados. Nos asusta hacer lo que ÉL dice, por temor a perder lo que
es importante para nosotros.
No obedecer puede impedirnos
recibir lo que más deseamos.
Al comienzo, tres obstáculos
impidieron a Naamán obedecer las instrucciones de Dios, y eso casi lo privó de
experimentar una curación milagrosa.
1. El orgullo. Como
oficial de alto rango, Naamán temía perder su dignidad si obedecía. Sus siervos
tuvieron sabiduría para ver cómo el orgullo le estaba robando la vida. ¿Cuántas
veces desconfiamos de Dios, por temor a parecer unos tontos?
2. Las expectativas
egocéntricas. Naamán se puso furioso cuando sus expectativas específicas no
fueron satisfechas. Nosotros, también, muchas veces nos enojamos con el Señor
cuando ÉL no complace nuestras exigencias. Pero si realmente queremos hacer su
voluntad, debemos dejar que ÉL haga.
3. La incredulidad.
La fe de Naamán solo llegaba hasta la visión que tenía de cómo sería curado.
Fue necesaria la fe de sus siervos para ayudarle a ver la verdad: que la
obediencia era clave para que Dios respondiera a su gran necesidad.
El llamado a obedecer, muchas
veces pone al descubierto ataduras de las cuales el Señor quiere librarnos.
Cuando decidimos responder con fe, Dios se revela a sí mismo de una manera
nueva que fortalece nuestra confianza en ÉL; porque a la larga nuestra mayor
necesidad es conocer mejor al Señor.
Dios les bendiga
abundantemente.
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