UN MOMENTO CON DIOS
Obrar con integridad
“No va bien con los necios el lenguaje refinado, ni con los gobernantes, la mentira.” (Proverbios 17. 7)
Difícilmente podrá hallarse a
un político que no tenga como arma principal a la mentira. Su subsistencia
depende de cuán bien piensen de él las personas a las que representa o sobre
las cuales ha sido colocado para gobernar. Pareciera que para ser un político o
un gobernante exitoso se requiere manejar bien el engaño y dominar el arte de
la manipulación. Obviamente estamos generalizando y si algún político o
gobernante llega a leer estas líneas y no es de los que aquí se describen,
sabrá entender que el gran número de sus colegas le han dado muy mala fama a su
ocupación.
El primer problema que enfrentan
los gobernantes es querer quedar bien con todos, lo cual por definición y
conociendo la naturaleza humana es algo imposible de lograr. El alguien dijo:
“No sé cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar
agradar a todo el mundo.”
Muchos gobernantes no
entienden este sencillo, pero profundo concepto y al no lograr el éxito se
refugian en la mentira, lo cual les permite ganar algo de tiempo para buscar
otra manera de alcanzar la aprobación popular. Con esto continúan acumulando
errores, puesto que ignoran lo que otra sabia persona, que también fue
gobernante, acertadamente expresó: “Puedes engañar a todo el mundo algún
tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo
el mundo todo el tiempo.” Abraham Lincoln.
Como podemos observar, acudir
al engaño para tratar de lograr la aceptación popular es mal negocio y también
es algo que Dios aborrece. No terminará bien quien ha construido su reputación
sobre el castillo de naipes de la mentira.
Si nos ha tocado ejercer
posiciones de liderazgo manejemos nuestros asuntos siempre con la verdad por
delante, no lograremos la aceptación popular, pero tendremos éxito en todo lo
que emprendamos.
Integridad, según el
diccionario, significa totalidad, plenitud. Algo que está completo, que no le
falta absolutamente nada, que está perfecto.
En este versículo el
salmista declara que ha caminado en integridad, es decir su comportamiento ha
sido perfecto porque ha confiado en el Señor sin titubear. Integridad es sinónimo de entrega
total, no obediencia a medias. Esto espera Dios de cada uno de nosotros. Cuando
nos rendimos totalmente a ÉL, entonces ÉL derrama bendiciones hasta que
sobreabunden. Por el contrario, cuando no obramos con integridad delante del Señor
tendremos que pagar las consecuencias. Apoyémonos en la sabiduría que procede de lo alto y
coloquemos nuestras esperanzas en Dios. El camino se nos
hará mucho más llevadero y podremos conservar algo más valioso que la
popularidad: nuestra integridad.
Dios les bendiga abundantemente.
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