UN MOMENTO CON DIOS
Obedientes a Su Palabra
"¡Ya sabía yo que tú eres un Dios clemente y piadoso, lento para la ira y grande en misericordia, y que te arrepientes del mal!" (Jonás 4. 2)
Vivimos en un mundo en el que
reina la tecnología. Cada vez son más los artículos que nos advierten que los
consumidores no tenemos las herramientas ni el conocimiento o la capacidad para
arreglarlas, por lo que, si se rompen, debemos llevarlas a los expertos.
Nos sentimos frustrados cuando
algo no funciona justo en el momento que más lo necesitábamos.
Es que la mayoría de nosotros,
miembros de la raza humana, nos parecemos mucho a esos aparatos tecnológicos.
Como dijo el Apóstol Pablo: 'las cosas que debería hacer, no las hago'.
Día tras día, año tras año, no
hacemos lo que el Señor desearía que hiciéramos. ¿Cómo reacciona el Señor a
nuestra constante desobediencia? A pesar de ser Justo y de castigar los pecados
nos perdona, el Señor sigue siendo lento para la ira.
Es por ello que, en Su gran
amor, Dios envió a Su Hijo al mundo. Jesús cumplió todos los mandamientos que
nosotros no cumplimos, y resistió todas las tentaciones que nosotros no
resistimos. ÉL vivió, murió y resucitó para que nosotros podamos ser salvos.
Por fe en el Salvador sabemos que somos perdonados de las cosas erradas que
hacemos, y de las cosas buenas que no hacemos. Por fe en el Salvador sabemos
que un día el Seño nos llevará a Su reino celestial.
Nosotros nos podemos llenar la
boca de palabras lindas, describiendo el amor que sentimos por Dios y el
agradecimiento que tenemos por todo lo que ha hecho por nosotros, pero más allá
de las palabras, hay un hecho que se tiene que concretar para demostrar
realmente el amor que tenemos por Dios, y este es: siendo obedientes a Su
palabra y poniéndola en práctica.
Nosotros podemos decir que
amamos a Dios, pero mientras no obedezcamos Su Palabra, nuestras frases sólo
serán eso: “frases”, que realmente no demuestra el verdadero amor por Dios. Es
por ello que doy gracias porque Dios es “lento para la ira y grande en
misericordia”.
El amor por Dios se demuestra,
no se pregona. Podemos pasarnos la vida gritando a los cuatro vientos que
amamos a Dios, pero si con nuestra vida no lo demostramos, esas palabras son
vanas y mentirosas. La mayor muestra de nuestro amor por Dios, es la obediencia
que demostraremos a Su Palabra. Ante esto, la pregunta seria: ¿Cuánto amamos a
Dios?
Dios les bendiga abundantemente.
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