UN MOMENTO CON DIOS
¿Qué es el sentimiento de
culpa?
“CRISTO, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, CRISTO murió por nosotros. Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira, porque, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro JESUCRISTO, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” (Romanos 5. 6 – 11)
El sentimiento de culpa es
algo con el cual estamos todos familiarizados. Los cristianos llevamos esos
sentimientos como una medalla de honor en un esfuerzo equivocado por demostrar
humildad. Pero éste es un trágico error que envenena a la iglesia y les roba el
gozo de Cristo a los creyentes. Necesitamos hacernos la pregunta: “¿Qué es la
culpa?”.
La palabra no es muy frecuente
en las traducciones de la Biblia, y cuando aparece, muchas veces es mal
aplicada.
En el contexto del mundo, la
palabra “culpa” significa experimentar sentimientos de remordimiento, depresión
o rechazo por algo que ocurrió en el pasado.
Pero, hablando
bíblicamente, la “culpa” se usa solo para
indicar responsabilidad. La palabra nunca está asociada con
sentimientos de vergüenza o de rechazo, sino que es más bien un término legal,
como cuando un tribunal encuentra “culpable” a un acusado.
¿Qué significa esto para el
creyente?
Bien, ya debiéramos saber que
hemos sido encontrados culpables; todos tenemos una enorme deuda de pecado que
no podíamos pagar.
Pero Jesucristo tomó sobre sí
esa culpa en la cruz, y pagó la deuda en su totalidad. Y si Cristo ya ha pagado
nuestra deuda y nos ha liberado de responsabilidad, ya no somos culpables.
Hemos sido juzgados
y perdonados.
La Biblia nunca nos dice que
escondamos el gozo de nuestra salvación bajo una sofocante frazada de culpa.
Más bien, somos llamados a
regocijarnos en la gloriosa salvación que el sacrificio de Cristo hizo posible.
Por esta razón podemos proclamar con orgullo: “Así que, si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8. 36)
Dejemos que ÉL lo haga, y seamos
libres hoy.
Dios les bendiga
abundantemente.
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