UN MOMENTO CON DIOS
El poder de nuestra lengua
“Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable.” (Mateo 12. 37)
Cada palabra que sale por nuestra
boca tiene tal poder que con ella podemos traer bendición o maldición. Podemos
edificar o destruir. Cada palabra que sale por nuestra boca refleja claramente
lo que hay dentro de nuestro corazón.
¿Cómo le hablamos a nuestros
hijos, a nuestro esposo(a), a nuestra madre y padre, a nuestros hermanos, a nuestros
vecinos, a nuestros amigos, o a nuestros enemigos? ¿Nos preocupamos por hablar
a cada uno con gracia y sabiduría para la edificación de sus vidas, o nos dejamos
llevar por la ira, hiriendo y matando con nuestras palabras a todo el que se nos
cruza en el camino cuando las circunstancias nos sacan de tiempo?
No solo el
que escucha es afectado negativa o positivamente, también el que
habla recibe sus consecuencias. “Porque por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras serás condenado”. (Mateo 12. 37)
Las personas que no conocen a
Dios son descuidados en su hablar, pero los que conocen a Dios (Sus hijos)
debemos de ser siempre prudentes. La vida que usa bien la palabra, edifica. En
nuestra boca esta la muerte y la vida.
Nosotros debemos saber lo que
hablamos.
La vida y la muerte están
cerca de nosotros.
“Por el contrario, el mensaje está muy al
alcance de la mano; está en tus labios y en tu corazón para que
puedas obedecerlo. ¡Ahora escucha! En este día, te doy a elegir entre
la vida y la muerte, entre la prosperidad y la calamidad.” (Deuteronomio 30. 14
– 15)
Lo que hablamos tiene un
impacto de muerte o vida.
Para nuestros hijos, pareja, familiares, amigos. Aún para dejar de pasar
problemas económicos, de acuerdo a lo que acabamos de leer en la Biblia.
Hablando cosas que destruyen.
“No empleen palabras groseras; usen un
lenguaje útil, constructivo y oportuno, capaz de hacer el bien a los que los
escuchan.” (Efesios 4. 29)
Ninguna palabra corrompida
salga por nuestras bocas. Las palabras corrompidas no hacen bien a nuestra vida
presente ni a nuestro porvenir. Son palabras que desaniman, que quitan fuerzas
a la persona que las escucha. Lo que decimos tiene poder creativo, recordemos
que la creación fue hecha por la palabra.
“3 Entonces dijo DIOS: — ¡Que exista la
luz! Y la luz existió.” (Génesis 1. 3)
La Palabra de DIOS creó, dio
vida, estableció uniones, marco senderos y mucho más. Así nos enseña ÉL, a que
usemos la palabra para construir.
“¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y
amarga?” (Santiago 3. 11)
No podemos hablar cosas que
edifican y destruyen al mismo tiempo.
No podemos ser una persona
amargada y feliz a la misma vez.
No podemos ser una persona que traiga alegría a los demás y
también tristezas.
Elijamos nuestro estilo de vida escogiendo nuestro estilo de hablar.
Dios les bendiga abundantemente.
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