miércoles, 9 de septiembre de 2020

Tiempo... Salmo 91. 2 - 3

 


TIEMPO DE REFLEXIÓN

 

“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora”. Salmo 91. 2 – 3.

 

Son días convulsionados los que estamos viviendo a nivel mundial. Males han azotado al mundo, a la crisis económica mundial que ha afectado la estabilidad financiera de millones de familias, se suman nuevos virus extraños, los cuales cobran vidas humanas y amenazan con expandirse a nivel mundial.
El temor se apodera de los habitantes de diversas regiones, epicentros de  terremotos, sunamis y diversos fenómenos meteorológicos.
Y esto es sólo principio de dolores (Mateo 24.8) entonces, ante el peligro inminente, ¿Qué haremos? ¿Cuál será nuestro refugio? ¿Dónde estaremos seguros?
La respuesta es clara para todo cristiano: DIOS.
En DIOS estamos seguros y confiados, pues Él cuida a los que le aman, y esta promesa la encontramos en diversos pasajes bíblicos, y resulta especialmente ilustrativo el pasaje que encontramos en el Salmo 91.

“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.”
Quiénes son los que habitan al abrigo del Altísimo?  Los que han recibido a Jesús como único Señor y Salvador de sus vidas, es decir, los que han sido hechos hijos de DIOS.

(Juan 1.12).

No todos los seres humanos están bajo su cobertura, y aunque Él tiene sus brazos abiertos para recibir a todos, así y todo muchos no quieren venir a Él para tener vida, (Juan 5.40).

“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.”
La declaración del salmista revela su fe en el DIOS que ofrece un refugio seguro como un castillo. Es una convicción que sólo los escogidos de DIOS poseen.
“El te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya.”
DIOS es capaz de resguardar a sus hijos de todos los temores que nos pueden afectar, incluyendo lazos o trampas de malhechores, pestes, guerras, pestilencias y mortandad, tal cual estamos presenciando por estos días. Su verdad actúa como escudo protector, y su palabra es verdad, y la verdad es Jesucristo, (Juan 14.6).
“Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos.”
Podrán caer muchos a nuestro alrededor, sin embargo, DIOS guardará a los suyos, tal como DIOS libró a su pueblo Israel en medio de las plagas de Egipto. Con nuestros ojos veremos el pago de los obradores de maldad.
“Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación”
¿Por qué DIOS habría de librarnos? La respuesta está en este versículo: Porque nuestra esperanza no está en los hombres, ni en el dinero, ni en nuestras capacidades personales; sino sólo en DIOS. Además hemos permitido al Altísimo que haga morada en nuestro corazón, pues hemos recibido al Espíritu Santo, el cual mora en nosotros, y nuestro cuerpo es su habitación y su templo, (1 Corintios 3.16).
Si alguno no pone toda su confianza en DIOS, ni tampoco ha hecho de su cuerpo templo de su Espíritu, no puede recibir su protección.
“No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.”
Como espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación, (Hebreos 1.14), los ángeles se encargarán de resguardar nuestras vidas, alejando muchos peligros. (Salmo 34.7).

¿Quieres un buen guardaespaldas? Teme a DIOS y lo tendrás.
“Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón.”
DIOS ha puesto toda potestad a los pies de su hijo Jesucristo, y por Él nosotros somos más que vencedores ante toda fuerza del diablo.

Por Cristo, hemos recibido potestad por sobre toda fuerza del enemigo y nada nos dañará, (Lucas 10.19).
“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida,
y le mostraré mi salvación.”
Ahora es DIOS el que toma la palabra y nos promete ponernos en alto, otorgarnos respuesta a nuestras peticiones, (Juan 14.14), su compañía en momentos de aflicción y salvarnos de todo mal.

Finalmente veremos la salvación de DIOS, y todo esto por cuanto pusimos todo nuestro amor en Él, nuestra confianza y fe en Él, y le recibimos para que hiciese morada en nosotros.

Dios les bendiga abundantemente.

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