sábado, 7 de diciembre de 2019

Tiempo... Génesis 40. 20 - 23



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Al tercer día era el cumpleaños del faraón, y él hizo una gran fiesta para todos sus funcionarios. Delante de sus invitados, el faraón mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos. 
Al copero lo puso de nuevo en su trabajo, y él volvió a darle la copa al faraón, como antes; pero al panadero lo mandó ahorcar, tal como José lo había interpretado. Sin embargo, el copero no volvió a acordarse de José”.  Génesis 40. 20 – 23

José no había nacido para ser un invisible, pero en la carrera de su vida tenía que pasar por invisible. Él había sido el más popular de sus hermanos, el más amado de su padre, el que Dios pondría por encima de toda su familia. Aun cuando le vendieron como esclavo se destacó en la casa de Potifar, aunque algo salió mal; pero aún en la cárcel siguió siendo popular, halló gracia ante el jefe de la cárcel y tuvo la oportunidad de interpretar un sueño a dos de los siervos de faraón, entonces José se volvió en un invisible. 
"Más el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él." José ya no era popular, había caído en el olvido.
Todo esto de ser popular no solo sucede en los colegios, sucede en el trabajo, en los grupos de amigos y por supuesto en las iglesias, tanto a nivel espiritual, en el que los líderes son aquellos que son vistos, otros no hacen nada, y los invisibles trabajan a la sombra y muchas veces son los que más trabajan.
No tenemos en cuenta que la mayoría de las cosas no se realizarían sin esos invisibles. Moisés no habría llegado a Faraón sin Aarón, siempre ha habido personas invisibles, Dios habla de ellos, los invisibles son aquellos a los que cumplen las palabras de Jesús “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre  que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.” 
Los invisibles de la iglesia son aquellos que limpian y nadie les ve, los que ordenan los bancos, los que preparan la santa cena, son aquellos que siempre están diez minutos antes de cada reunión, son los que pasan tiempo a solas de rodillas y sostienen a la iglesia con sus oraciones, son las personas de perfil bajo pero con una relación con Dios genuina, son las rodillas que tantas veces aguantan el peso de la iglesia, son el motivo del éxito de los que ministran gracias a sus oraciones.
Quizá nos sintamos un invisible, alguien poco valorado, alguien que trabaja en secreto, quizá incluso los hombres no nos recuerden, pero Dios que lo ve todo se agrada en aquellos que hacen su voluntad, para Dios no hay invisibles, y aunque es cierto que la motivación de hacer las cosas no es más que glorificar a Dios, el invisible es fiel a Dios y Dios verdaderamente lo recompensará.
Dios les bendiga abundantemente.

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