jueves, 5 de diciembre de 2019

Tiempo... Génesis 38. 24 - 26



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá: Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada. ¡Sáquenla y quémenla!  Gritó Judá. Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada.
Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.» Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella”.  Génesis 38. 24 – 26.

La crítica y el juzgar a los demás, en la actualidad, son más practicadas que cualquier deporte. Se llenan horas y horas de televisión y radio, miles de hojas de revistas, periódicos y páginas webs, con un único propósito criticar y juzgar a los demás.
La reacción de Judá era correcta en su tiempo, estaba en su derecho, ya que su nuera había fornicado. Pero en este caso Judá juzgó con ligereza a su nuera sin saber que él estaba involucrado en el tema.
Rápidamente todos podemos vernos identificados, cada persona que existe ha criticado algo que finalmente ha acabado realizando y que después se ha podido ver señalado. ¡Qué fácil es juzgar a los demás y que difícil dejar que nos juzguen! A ninguno nos gusta ser juzgados, pero no tardamos mucho en juzgar y condenar las actitudes y errores de los demás. Jesús conocía esta parte de nuestra naturaleza y ante esto dio una advertencia “no juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá.”
¿Cuál es la medida de la vara con la que medimos a los demás? A veces estamos tan preocupados por los hechos de los demás que no vemos los nuestros propios, tan preocupados por juzgar y condenar a los demás por sus actos, que descuidamos los nuestros.
Esto se llama legalismo, un legalismo en el que nos gusta vivir, y que entonces nos convertimos en asesinos de la gracia. Aceptamos la gracia de Dios para nosotros, pero imponemos todo el peso de la ley en los que nos rodean. Vivimos a veces desordenadamente pero no permitimos que los demás se desvíen un milímetro sin que el peso de la ley y de nuestro juicio caiga sobre los demás.
La gracia de Dios nos ha alcanzado y gracias a eso, aun con nuestros pecado podemos ir delante de Dios, de igual manera que Dios ha tenido gracia y misericordia de nosotros, no somos nadie para juzgar a los demás, esto es la gracia, no me refiero a hacer lo que cada uno quiera y no pasa nada, pero si a no juzgar a los demás, a orar por quien ves que se desvía, por tratar de ayudarle sin condenarle. Hoy es un buen día para dejar el legalismo y empezar a vivir en la gracia y la misericordia de Dios.
Dios les bendiga abundantemente.

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