jueves, 18 de agosto de 2016

Leyendo... Levítico capítulo 8

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LECTURA DIARIA:
Levítico capítulo 8

Aun cuando todos los hombres de la tribu de Leví estaban dedicados al servicio de Dios, sólo los descendientes de Aarón podían ser sacerdotes. Sólo ellos tenían el honor y la responsabilidad de realizar los sacrificios. Estos sacerdotes tenían que purificarse y dedicarse a sí mismos antes de que pudieran ayudar al pueblo a hacer lo mismo.
La ceremonia de ordenación aparece descripta en Levítico 8 y 9. Aarón y sus hijos eran lavados con agua, vestidos con vestiduras especiales y ungidos con aceite. Ponían sus manos sobre un becerro mientras lo mataban, y sobre dos carneros mientras lo mataban.
Esto mostraba que la santidad sólo podía provenir de Dios, no de su rol de sacerdotes.
Entre las vestimentas especiales, en un bolsillo atado a su pectoral estaban el Urim y el Tumim. Se sabe poco de ellos, pero probablemente eran una clase de piedras preciosas u objetos planos que Dios utilizaba para dirigir a su pueblo.
Algunos eruditos creen que el Urim pudo haber sido el no como respuesta y el Tumim el sí. Después de un tiempo de oración pidiendo la guía de Dios, el sacerdote sacudiría una de las piedras de la bolsa y Dios haría que cayera la piedra adecuada. Dios tuvo un propósito especial para utilizar este método para guía: estaba enseñando a una nación los principios para seguirlo.
En Éxodo 19.6, se instruyó a los israelitas para que fueran un reino de sacerdotes; idealmente, todos serían santos y relacionados con Dios. Pero desde que cayó Adán, el pecado ha separado al hombre de Dios, y el pueblo ha necesitado mediadores que le ayuden a encontrar el perdón. Al principio, los patriarcas, jefes de familia como Abraham y Job eran sacerdotes de la casa o del clan y hacían sacrificios por la familia. Cuando los israelitas dejaron Egipto, se eligió a los descendientes de Aarón para servir como sacerdotes de la nación. Los sacerdotes eran los intermediarios entre Dios y el hombre. Eran los líderes espirituales a tiempo completo y los supervisores de las ofrendas. El sistema de sacerdocio fue una concesión por la incapacidad del pueblo, a causa del pecado, para enfrentarse y relacionarse con Dios individual y colectivamente.
El sumo sacerdote tenía deberes especiales que ningún otro sacerdote tenía. Sólo él podía entrar en el Lugar Santísimo del tabernáculo en el día anual de la Expiación para hacer expiación por los pecados de la nación. Por lo tanto, estaba a cargo de todos los demás sacerdotes.
En Cristo, fue transformado este sistema imperfecto. Jesucristo mismo es nuestro Sumo Sacerdote. Ahora todos los creyentes pueden acercarse a Dios a través de El.

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