martes, 9 de agosto de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 40

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 40

El tabernáculo se terminó en medio año.
Moisés se cuidó de obedecer las instrucciones de Dios al más mínimo detalle. 
Tan largo período gastado en preparar los materiales de un pabellón movible, sería difícil entender, si no fuera por lo que se nos dice de las vastas dimensiones del tabernáculo, como también de la inmensa variedad de trabajo curioso y elaborado que requerían sus diferentes artículos de moblaje.
Cuando el tabernáculo y sus utensilios estuvieron terminados, no dejaron de erigirlo hasta que llegaron a Canaán, pero obedeciendo la voluntad de Dios, lo armaban en medio del campamento.
El sumo sacerdocio estuvo en la familia de Aarón hasta la venida de Cristo y en él sigue para siempre la sustancia de todas estas sombras.
El cuidado físico del tabernáculo requería una larga lista de tareas, y cada una era importante para la obra de la casa de Dios.
La ofrenda fue preparada y presentada a Dios como una comida que simbólicamente le ofrecía los mejores frutos para que él los utilizara según su voluntad.
La gloria de Dios llenaba el tabernáculo. Sin ella y sin su presencia, la obra no habría concluido y el tabernáculo sería inutilizable.
Se reitera el mensaje central de Éxodo: Dios está presente en medio de su pueblo.
Los israelitas fueron una vez esclavos egipcios que hacían ladrillos sin que le dieran paja. Ahora estaban siguiendo una nube de fuego, cargando el tabernáculo que habían construido para Dios.
Éxodo comienza en la penumbra y termina en la gloria, ejemplificando así nuestro progreso a lo largo de la vida cristiana.
Comenzamos como esclavos del pecado, somos redimidos por Dios y terminamos nuestro peregrinaje viviendo con El eternamente.
Las lecciones que aprendieron los israelitas a lo largo del camino también son lecciones prácticas para nosotros.

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