viernes, 5 de agosto de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 36

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 36

Aquí en Bezaleel y Aholiab, y todo hombre sabio de corazón, tenemos un ejemplo de celo y actividad en la obra del Señor. No se permitía ninguna demora innecesaria; y desde el momento cuando se colocó la primera estaca en el suelo hasta la terminación final del edificio sagrado, él y sus asociados trabajaban con todas las energías de cuerpo y de mente.
Moisés tenía corte en la mañana para atender al pueblo, y era mientras cumplía sus deberes de magistrado cuando se le traían ofrendas voluntarias cada mañana. Algunos, que no tenían sino su trabajo que ofrecer, pasaban gran parte de la noche adelantando sus propias tareas antes de la aurora. Todos aquellos cuyo corazón se encaminaban con prisa a la presencia de Moisés, no como antes para hacer que se arreglasen sus pleitos, sino para depositar sobre su tribunal sus contribuciones al santuario de Dios.
En los días de Moisés hacer telas (hilar y tejer) tomaba mucho tiempo. Ser dueño de dos o tres mudas de ropa era un signo de riqueza. El esfuerzo que se tenía que realizar para hacer suficiente tela para un edificio como el del tabernáculo era asombroso. Sin el tremendo esfuerzo de la comunidad nunca se hubiera podido construir el tabernáculo.
Por los cálculos que los ojos prácticos de los obreros estaban capacitados para hacer, ellos tenían la opinión unánime de que la provisión ya excedía la demanda, y de que no se necesitaban más contribuciones.

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