lunes, 22 de agosto de 2016

Leyendo... Levítico capítulo 12

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LECTURA DIARIA:
Levítico capítulo 12

Las leyes concernientes a la purificación ritual después de un parto hacían énfasis en la idea de separar lo impuro de lo santo. El pueblo debía poner en práctica el código de santidad en todos los aspectos de su vida. Aunque todavía no está claro por qué Dios consideraba algunas cosas como impuras, estas costumbres eran rigurosamente observadas y obviamente se les acreditaba un significado. El propio Jesús fue llevado al templo para la realización de este ritual.
Inmundo no significaba pecaminoso ni sucio. Dios nos creó varón y hembra, y nos ordenó que fructificásemos y nos multiplicásemos (Génesis 1.27-28). No es que haya cambiado de parecer diciendo que ahora de algún modo el sexo y la procreación fuesen inmundos.
Las impurezas mencionadas no siempre presuponían una falta moral, como lo indica claramente esta referencia a la menstruación de la mujer. Se trataba de la impureza "cultual" o "legal", que incapacitaba a las personas para participar en el culto y las obligaba a practicar ciertos ritos de purificación. Esta impureza podía contraerse de distintas maneras y hasta por razones totalmente ajenas a la voluntad, como en el caso de algunas enfermedades
Esta purificación también establecía una diferencia entre su adoración y la adoración popular a dioses y diosas de la fertilidad.
Las religiones cananeas incorporaban la prostitución y ritos inmorales al rogar el pueblo a sus dioses pidiendo el aumento de sus cultivos, su ganado y sus familias. En contraste, la religión de Israel evitaba toda connotación sexual. Al mantener una separación total entre culto y sexo, Dios ayudó a los israelitas a evitar confusión con los ritos paganos. Los israelitas adoraban a Dios como su Creador y Proveedor, y le agradecían por cosechas abundantes y partos seguros.

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