sábado, 20 de agosto de 2016

Leyendo... Levítico capítulo 10

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LECTURA DIARIA:
Levítico capítulo 10

Después de Moisés y Aarón, nadie tenía más probabilidades de ser honrado en Israel que Nadab y Abiú, por eso hay razón para pensar que ellos se llenaron de orgullo. Mientras el pueblo estaba postrado ante el Señor, adorando su presencia y gloria, ellos entraron precipitadamente al tabernáculo para quemar incienso, aunque no en el momento indicado; los dos juntos en lugar de ir uno solo, y con fuego que no fue tomado del altar. Si lo hubieran hecho por ignorancia, se les habría permitido llevar una ofrenda por el pecado. Pero el alma que actúa presuntuosamente y con desdén de la majestad y justicia de Dios, esa alma, será cortada. La paga del pecado es muerte. Ellos murieron en el acto mismo de su pecado.
El pecado y el castigo de estos sacerdotes mostró la imperfección del sacerdocio desde su comienzo mismo, y que no podía resguardar del fuego de la ira de Dios, no siendo otra cosa que era un tipo del sacerdocio de Cristo.
Moisés le ordeno a Aarón y sus hijos, Eleazar e Itamar guardar luto por sus muertos. En lugar de ello, debían permanecer totalmente dedicados a la tarea que Dios les había encomendado.
Los sacerdotes no podían beber vino ni ninguna bebida alcohólica antes de entrar en el tabernáculo. Si sus sentidos estaban entorpecidos por el alcohol podrían repetir el pecado de Nadab y Abiú al introducir algo no santo en el culto de adoración. Además, el beber los descalificaría para enseñar al pueblo los requerimientos de Dios de autodisciplina. La embriaguez estaba asociada con las prácticas paganas y se suponía que los sacerdotes judíos debían ser marcadamente diferentes.
El sacerdote que ofrecía la ofrenda por el pecado debía comer una porción del animal y luego quemar el resto. Moisés se enojó porque Eleazar e Itamar quemaron la ofrenda por el pecado, pero no comieron nada de ella. Aarón le explicó a Moisés que sus dos hijos sintieron que no era apropiado comer el sacrificio después de que sus dos hermanos, Nadab y Abiú, acababan de ser muertos por llevar a cabo el sacrificio inadecuadamente. Entonces Moisés entendió que Eleazar e Itamar no estaban tratando de desobedecer a Dios. Simplemente tenían miedo y estaban trastornados por lo que les acababa de suceder a sus dos hermanos.
Los Diez Mandamientos registrados en Éxodo 20 eran las leyes fundamentales de Dios. Levítico las explica y complementa junto a otras leyes y muchas otras guías y principios que ayudaron a los israelitas a ponerlas en práctica. El propósito de las leyes de Dios era enseñar al pueblo a distinguir lo bueno de lo malo, lo santo de lo común.

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