lunes, 1 de agosto de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 32

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 32

Mientras Moisés estaba en el monte recibiendo la ley de Dios, el pueblo enardecido se dirigió a Aarón. La multitud estaba cansada de esperar el regreso de Moisés. 
No se detuvieron a considerar el costo de la idolatría. Aarón hizo la imagen de un buey o un becerro, y le dio cierta terminación con un buril. Y ellos ofrecieron sacrificios a este ídolo. Puesto que pusieron una imagen ante ellos y así cambiaron la verdad de Dios en mentira, sus sacrificios fueron abominación. Unos pocos días antes, en ese mismo lugar, habían oído ellos la voz de Jehová Dios diciéndoles de en medio del fuego: No te harás imagen. Ellos mismos habían entrado solemnemente en un pacto con Dios, en el sentido de hacer todo lo que Él les había dicho y que obedecerían.
Sin embargo, antes de salir del lugar donde habían hecho solemnemente el pacto, rompieron un mandamiento expreso desafiando una amenaza expresa. Eso muestra claramente que la ley no era capaz de santificar, como no era capaz de justificar; por ella se conoce el pecado, pero no la cura del pecado.
La fabricación de un becerro evidenciaba, no solo, la impaciencia de los hebreos; sino también el intento de adorar a Jehová según su criterio y no según la voluntad de Dios. Ello también constituyó una afrenta para el liderazgo de Moisés.
Dios dice a Moisés que los israelitas se habían corrompido.
Dios estaba listo para destruir a la nación entera por su pecado. Pero Moisés imploró misericordia, y Dios los perdonó. Este es uno de los ejemplos innumerables que hay en las Escrituras de la misericordia divina. Aunque merezcamos su ira, El está presto a perdonarnos y restaurar nuestra relación con El. Podemos recibir el perdón de los pecados al pedírselo. Al igual que Moisés, podemos orar que Dios perdone a otros y nos use para llevarles el mensaje de su misericordia.
En respuesta a las oraciones de Moisés, Dios mostró su propósito de perdonar al pueblo, de la manera que antes parecía decidido a destruirlo; el cambio en la expresión exterior de su propósito es llamado “arrepentirse del mal”.
Abrumado por el espectáculo de la ruidosa idolatría y las orgías Moisés rompió las tablas que contenían los mandamientos, los cuales ya habían sido quebrantados en los corazones y en los actos de la gente. Por enojado que estuviera Moisés, Dios lo estaba aún más, deseaba matar a todo el pueblo.
Las tablas rotas simbolizaban el rompimiento de las relaciones con Jehová.
La decisión de Aarón casi le costó la vida. Su excusa absurda evidencia la declinación espiritual de su liderazgo y del pueblo.
Las fallas en el liderazgo de Aarón dejaron al pueblo inerme y vulnerable ante el pecado.
Aquellos que permanecieron fieles a los caminos de Jehová restablecieron el orden matando a 3.000 de los que habían sido sorprendidos adorando al becerro. El grupo que llevó a cabo el castigo estaba compuesto por los leales hijos de Leví.
La respuesta de Dios de que sólo él podía arrancar el pecado y ello sólo si los culpables lo pedían, evidencia la importancia del arrepentimiento personal. Aquel eventual castigo fue temporalmente suspendido, hasta que en algún momento posterior cayese sobre el pueblo.
Aquí se vuelve a repetir la promesa de Éxodo 23.20. Pero por el pecado del pueblo y la ruptura del pacto fue modificada radicalmente la relación de Dios con Israel. Por eso, el ángel o mensajero ya no será el signo de la presencia especial de Dios entre los israelitas, sino que pondría una cierta distancia entre ambos.

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