miércoles, 24 de agosto de 2016

Leyendo... Levítico capítulo 14

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LECTURA DIARIA:
Levítico capítulo 14

Los sacerdotes no podían limpiar a los leprosos, pero cuando el Señor quitaba la plaga, había que observar diversas reglas para darles acceso nuevamente a las ordenanzas de Dios y a la sociedad de su pueblo.
 
Si se hallaba que la lepra había sido sanada, el sacerdote debía declararlo con las detalladas solemnidades aquí descritas.
Las dos aves, una muerta y la otra sumergida en la sangre del ave muerta antes de soltarla, podrían representar a Cristo que derrama su sangre por los pecadores, resucita y asciende al cielo.
El sacerdote que declaró al leproso limpio de su enfermedad, debía limpiarse de todos los restos de ella. El leproso limpio tenía que ser presentado al Señor con sus ofrendas.
Además de los ritos acostumbrados del sacrificio por la culpa, había que aplicar un poco de la sangre y un poco del aceite al que iba a ser limpio.
Tenemos aquí la bondadosa providencia de la ley hecha en favor de los leprosos pobres. Los pobres son tan bien acogidos al altar de Dios como los ricos. Pero aunque del pobre se aceptaba un sacrificio más bajo, se usaba la misma ceremonia que para el rico; sus almas son igualmente preciosas y Cristo y su evangelio son el mismo para ambos. Aun para el pobre era necesario un cordero.
Había procedimientos específicos para la limpieza de ropas y edificios afectados por la plaga de lepra. La ley lo exigía absolutamente porque ese hongo podía extenderse rápidamente y promover enfermedades.
Por lo tanto era importante comprobar su crecimiento a la mayor brevedad. En casos extremos, si el hongo había causado suficiente daño, las ropas eran quemadas o la casa destruida.
Dios dijo a los israelitas cómo diagnosticar la lepra y la plaga de la lepra para prevenirla o tratarla. Se dictaron estas leyes para la salud y la protección del pueblo. Y ayudaron a los israelitas a evitar enfermedades que eran serias amenazas en aquellos tiempos y lugar. Aun cuando no comprendían las razones médicas para tales leyes, su obediencia a ellas los hizo más saludables. Muchas de las leyes de Dios pudieron haber parecido extrañas a los israelitas. Sin embargo, los ayudaron no sólo a evitar la contaminación física, sino también la infección moral y espiritual.

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