domingo, 7 de agosto de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 38

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 38

En este capítulo, Bezaleel y sus ayudantes estaban construyendo la estructura de la tienda.
En el altar de bronce la víctima era ofrecida y el pecado era juzgado. Era allí donde el individuo o la nación acudían para ocuparse del problema del pecado. Cuando este altar fue construido, ya no se pudo fabricar otro altar. Este constituía el acceso a Dios y otro altar, hecho en cualquier otro lugar, habría sido como una blasfemia. Estaba situado en un lugar de prominencia porque la cuestión del pecado debía quedar arreglada allí. Ninguna otra acción o actitud como la adoración o la recepción de bendición podía tener lugar hasta que uno hubiese pasado por el altar de bronce del holocausto. Los cuernos del altar nos hablan de fuerza, es decir, de la capacidad de Jesucristo para salvar. Había muchas instrucciones y detalles sobre la actitud ante este altar y su cuidado. Se requerían tazones, braseros, argollas, varas, etc. Más allá de estos detalles, lo importante es recordar la función de este altar, de solucionar el grave problema del pecado.
Los espejos mencionados fueron fabricados de un bronce que había sido sumamente pulido y lustrado. También en aquella época, las mujeres usaban espejos y la pila de agua estaba hecha del material de aquellos espejos. El espejo representa a la Palabra de Dios. Porque es la Biblia la que le revela al creyente su necesidad de limpieza. Y para eso estaba allí la pila, para lograr esa limpieza.
El atrio ocupaba un espacio de ciento cincuenta pies por setenta y cinco (como 45 metros 70 centímetros por 22 metros 85 centímetros), y estaba encerrado por cortinas de lino fino de 2 metros 20 centímetros de alto, suspendidas de pilares de bronce o bronceados. Estas cortinas estaban aseguradas por varas fijadas arriba, y se conservaban extendidas por estar sujetas a clavos metidos en la tierra.
Los hebreos trajeron plata, uno de los materiales que usaron, porque era el metal de la redención. Cada uno de los israelitas tenía que ser redimido para ser aceptado por Dios. En nuestro caso, nosotros hemos sido redimidos por la sangre de Cristo, que es más valiosa que el oro o la plata. En aquellos tiempos, no todos los israelitas fueron salvados.

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