domingo, 14 de agosto de 2016

Leyendo... Levítico capítulo 4

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LECTURA DIARIA:
Levítico capítulo 4

Holocaustos, ofrendas vegetales y ofrendas de paz se habían ofrecido desde antes que se diera la ley en el monte Sinaí; en ellas los patriarcas tenían que hacer expiación por el pecado. 


Pero ahora a los judíos se les indica un método para hacer expiación por el pecado, más particularmente por el sacrificio, como sombra de las cosas buenas venideras; sin embargo, la sustancia es Cristo, y su sola ofrenda de sí mismo, por la cual quitó de en medio el pecado.
Se supone que los pecados por los cuales fueron establecidas las ofrendas por el pecado, eran actos conocidos. Se supone que eran pecados de comisión, cosas que no debieran haberse hecho. Las omisiones son pecados y deben ser juzgados; pero lo que fue omitido una vez, podría hacerse en otra ocasión; pero un pecado cometido era recuerdo del pasado. Se supone que eran pecados cometidos por yerro.
En esta ofrenda se nos muestra a Cristo en la cruz en lugar del pecador. En ella vemos el reconocimiento del pecado: “Cuando alguna persona pecare... ofrecerá...” (Levítico 4.2-3)
En la otra ofrenda, el oferente se acercaba como adorador, pero aquí como un pecador condenado. Dios nos hace responsable de nuestro pecado. Somos criminales que hemos sido juzgados, declarados culpables y condenados a muerte.
La única forma de ofrecer todos los sacrificios que anteceden es efectuando el sacrificio único de Su Hijo, el sacrificio del que todos los sacrificios son figuras.
La ley empieza con el caso del sacerdote ungido. Es evidente que Dios nunca tuvo un sacerdote infalible en su iglesia terrenal, puesto que hasta el sumo sacerdote podía caer en pecados por yerro.
El animal tenía que ser llevado fuera del campamento y, ahí, ser incinerado. Esto era una señal del deber del arrepentimiento, que es quitar el pecado como cosa detestable.
Al ofrecer los sacrificios, la persona por cuya cuenta se ofrecía, tenía que poner la mano en la cabeza de la víctima, y confesar sus pecados. Cuando se ofrecían los sacrificios por toda la congregación los ancianos tenían que hacerlo. Se suponía entonces que la carga de pecado era llevada por el animal inocente. Se afirmaba que consumada la ofrenda, la expiación estaba hecha, y el pecado perdonado.

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