LECTURA
DIARIA:
Génesis
capítulo 50
Jacob ya no
volvió a regresar a la
Tierra Prometida “en vida”, pero pidió ser enterrado
allí.
Antes de morir, Jacob pidió a sus hijos que lo llevaran allá para
ser enterrado en la cueva de Macpela, donde descansaban sus padres.
Luego de
bendecir a sus hijos y encargarles ser enterrado en la Tierra Prometida ,
Jacob expiró.
No murió sino
hasta haber cumplido su propósito.
José lloró
por la muerte de su padre. Lo curioso es que no se mencione a sus
hermanos.
Tal vez se
menciona sólo a José porque él estaba llorando también de agradecimiento a Dios
por haberle dado la oportunidad de ver a su padre antes de morir, y recuperar
el tiempo que dejó de verlo mientras estuvo como esclavo.
Como José era
gobernador de Egipto, él siguió la costumbre de los egipcios de embalsamar a
los muertos, lo cual tomaba tiempo.
Cuando el
cuerpo de Jacob estuvo embalsamado, José pidió autorización al Faraón para que
le permitieran enterrar a su padre en la Tierra Prometida ,
para cumplir la solicitud de Jacob.
Faraón
accedió a la petición.
Por respeto a
los egipcios, José cumplió con la costumbre del país. Pero cuando llegó a
la Tierra Prometida ,
él cumplió con la costumbre del pueblo de Dios, guardando duelo por siete días
(el cual se conoce como “Sheva”).
La procesión
que acompañaba el ataúd de Jacob debió ser imponente. Cuando los cananeos
vieron venir tal cortejo, se admiraron, y pensaron que debía ser una persona
muy importante.
Todos los
hijos de Jacob fueron a sepultar a su padre en Canaán, así cumpliendo su último
deseo.
Estando en la Tierra Prometida ,
alguno de los hijos de Jacob pudo haber tenido la tentación de quedarse en la
tierra donde crecieron, pero nadie lo hizo. Todos regresaron a Egipto.
Ya muerto
Jacob, los hermanos volvieron a tener miedo de José, pensando que ahora él se
vengaría de todo lo que le habían hecho sufrir. Ellos seguían con ese
cargo de conciencia.
Pero no
habría razón para temer, pues José ya los había perdonado. Tal vez el
problema es que ellos no se habían perdonado a sí mismos.
José no les
iba a “cobrar” nada a sus hermanos porque ya los había perdonado. Además,
él había apreciado el plan de Dios en todo lo que había pasado. José
sabía que Dios había permitido todo para un buen propósito.
José se
comportó como un verdadero primogénito y patriarca de la familia. El les
aseguró que a sus hermanos que él velaría por ellos.
José vivió
110 años. Pero antes de su muerte instruyó a los israelitas que cuando
salieran de Egipto se llevaran sus huesos a la Tierra Prometida.
Como servidor
público del más alto rango, José fue embalsamado y enterrado en Egipto.
Aún así, José no estaba aferrado a Egipto. La realidad es que él nunca
perdió de vista el pacto que Dios hizo con Abraham, Isaac y Jacob. El
sabía que Dios cumpliría Su Palabra. Por eso hizo jurar a su familia que
no saldrían de Egipto sin llevarse sus huesos, cuando regresaran a la Tierra Prometida.
Efectivamente
así sucedió. Cuando los israelitas salieron de Egipto, se llevaron sus
huesos. No los llevaron a Hebrón, donde estaban sepultados los
patriarcas; más bien, fueron sepultados en Siquem, en otra propiedad que había
comprado Jacob, la cual quedaba localizada en el territorio asignado a una de
las tribus de los hijos de José.
Jacob había
recibido la promesa que Dios le daría la tierra a su descendencia; sin embargo,
sus ojos naturales no vieron el cumplimiento. Él no regresó a la Tierra Prometida
luego de ir a Egipto; no obstante, Jacob sí pudo ver el cumplimiento de la
promesa divina con sus ojos espirituales. Jacob tuvo la misma fe que
Abraham.
Ni Abraham,
ni Isaac, ni Jacob, ni José vieron con sus ojos físicos el cumplimiento de las
promesas de Dios, pero sí lo vieron con sus ojos espirituales.
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