LECTURA
DIARIA:
Génesis
capítulo 41
Dos años
después de interpretar los sueños del copero y el panadero real, a José se le
dió la oportunidad de interpretar otro sueño, pero en esta ocasión fue del
Faraón, el rey de Egipto.
Así como José
tuvo dos sueños, también Faraón tuvo un segundo sueño que confirmaba el
primero. Definitivamente el sueño tenía un mensaje, pero él no sabía cuál
era. Por lo tanto, llamó a los sabios de Egipto para que le dieran una
interpretación.
Todos en el
palacio real sabían que el Faraón había tenido un sueño, pero nadie podía
interpretarlos. Fue en ese momento que el copero del rey se acordó de
José, el joven hebreo que le había interpretado su sueño en prisión.
El copero
reconoció su falta al olvidarse de José. Pero había llegado el momento
indicado, y el copero le contó al rey sobre José. De inmediato, Faraón
mandó a llamarlo para ver si él podría interpretarle sus sueños.
A partir de
ese momento, la vida de José cambió. Él ya no regresó a la cárcel, sino
que se quedó en el palacio real. Había llegado el momento del
cumplimiento de los sueños que José tuvo en su juventud.
Después de
esperar años por su liberación, el momento había finalmente llegado.
Ahora él estaba listo para cumplir su propósito.
Cuando José
llegó ante el Faraón, él le preguntó si podía interpretar sueños.
José fue
sincero, y dice que él es sólo un hombre, reconoció que el poder para
interpretar los sueños venía de Dios.
El Faraón,
entonces le contó sus sueños a José.
En Egipto, la
vaca era el símbolo de Isis, la diosa de la tierra, la cual los egipcios creían
que se encarga de todo lo relacionado con la tierra, la agricultura y los
alimentos. En el sueño del rey, las vacas salían del Nilo, que era la
fuente de la fertilidad de toda la tierra de Egipto.
José no sólo
tenía el don de interpretar sueños, sino que también el valor de hablar la
verdad, tal como lo vimos en el caso de los sueños del copero y el panadero.
Lo admirable
de José es que no se conformó con presentarle “el problema” al rey, sino que
propuso una solución.
El Faraón se
impresionó de la iniciativa y sabiduría de José.
El Faraón
reconoció a José como un hombre que no temía a los hombres, sino sólo a
Dios. Egipto necesitaba un hombre sabio y prudente en esos momentos, y
ese hombre era José.
En un
instante, la vida de José cambió. Pasó de ser esclavo a convertirse en el
vice rey en un minuto.
Allí
comenzaron a cumplirse los sueños que José tuvo en su juventud. Había
llegado el tiempo de Dios.
José pasó
aproximadamente 13 años como esclavo, soñando con ser libre y regresar a Canaán
con su familia. Pero los sueños de Dios para él eran mayores. El
tenía un gran propósito para él en Egipto. Probablemente, José no lo
entendió sino hasta que todo esto pasó.
En ese
momento, José soltó su anhelo de regresar a la tierra de sus padres, y asió el
plan que Dios tenía para él.
Tal como José
había dicho, así sucedió. Hubo siete años de abundancia.
A la par que
Egipto prosperaba, lo mismo sucedía en la vida de José. Él también fue
fructífero y tuvo hijos.
Manasés, el
primer hijo, le ayudó a olvidar todo lo que había pasado, pues vio el propósito
de ellos. También olvidó a su familia, cuyo recuerdo lo mantenía atado al
pasado.
Efraín, el
segundo, llegó en época de plena prosperidad, de ahí el significado de su
nombre: doblemente fructífero.
Tal como Dios le reveló a Faraón a través de sus sueños, después de los
siete años de abundancia vino la escasez. Pero gracias a la buena
administración de José, Egipto estaba preparado para enfrentarlo.
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