LECTURA
DIARIA:
Éxodo
capítulo 3
Qué gran
contraste hay entre la vida de Moisés como príncipe egipcio y la que tuvo como
pastor madianita! Como príncipe, todo se lo hacían; era el famoso hijo de una
princesa egipcia. Como pastor, tenía que hacerlo todo por sí mismo.
Al vivir como
pastor y nómada, Moisés aprendió las costumbres de la gente que guiaría y
también acerca de la vida en el desierto. Moisés no pudo ver esto por sí mismo,
pero Dios lo estaba preparando para liberar a Israel de las garras del Faraón.
Moisés llegó
al Monte Horeb, es otro nombre para el
monte Sinaí, donde Dios revelaría al pueblo su ley.
Dios habló a
Moisés desde una fuente inesperada, una zarza ardiente. Cuando Moisés la vio,
fue a investigar. Dios se revela a Moisés en un lugar común, que se convierte
en sagrado debido a la presencia de Dios. La combustión espontánea no era algo
inusual en el desierto, pero una llama que no se consumía constituía un
acontecimiento extraordinario y llamativo.
Dios le
ordenó a Moisés quitar sus sandalias y cubrir su rostro. Quitarse el calzado
era un acto de reverencia que comunicaba su propia indignidad ante Dios.
Dios reconoce
que ha visto y ha oído la aflicción de los hebreos y decide intervenir
directamente.
Moisés se
excusó porque se sentía incapaz para la tarea que Dios le encomendó. Era
natural en él que se sintiera así. Sí, era incapaz por sí solo. Pero Dios no le
estaba pidiendo a Moisés que trabajara solo.
Dios se
identifica a sí mismo como YO SOY EL QUE SOY. Al revelar su nombre divino declara
su carácter y sus atributos, subrayando que la cuestión no consiste en quién es
Moisés, sino quién está con él.
Los egipcios
tenían muchos dioses de muchos nombres diferentes. Moisés quería saber el
nombre de Dios para que el pueblo hebreo supiera quién exactamente lo había
mandado. Dios se llamó a sí mismo YO SOY, un apelativo que describía su poder
eterno y su carácter inalterable.
Jehová, o
Yavé, deriva de la palabra hebrea que corresponde a YO SOY. Dios le estaba
recordando a Moisés las promesas de su pacto hechas a Abraham (Génesis 12.1-3; Génesis
12.15; 17), a Isaac (Génesis 26.2-5) y a Jacob (Génesis 28.13-15).
Dios instruyó
a Moisés para que le dijera al pueblo lo que había visto y oído en la zarza
ardiente. Los líderes de Israel aceptarían el mensaje y los de Egipto lo
rechazarían.
En cuanto al
Faraón aquí le dice a Moisés que las peticiones, las persuasiones y las quejas
humildes no prevalecerían con él; ni siquiera una mano poderosa extendida en
señales y prodigios. Pero los que no se inclinaran ante el poder de su palabra
ciertamente serían quebrados por el poder de la mano de Dios.
El pueblo de
Faraón, al final, daría riquezas a Israel antes de su partida.
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