miércoles, 29 de junio de 2016

Leyendo... Éxodo capítulo 3

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LECTURA DIARIA:
Éxodo capítulo 3

Qué gran contraste hay entre la vida de Moisés como príncipe egipcio y la que tuvo como pastor madianita! Como príncipe, todo se lo hacían; era el famoso hijo de una princesa egipcia. Como pastor, tenía que hacerlo todo por sí mismo.

Al vivir como pastor y nómada, Moisés aprendió las costumbres de la gente que guiaría y también acerca de la vida en el desierto. Moisés no pudo ver esto por sí mismo, pero Dios lo estaba preparando para liberar a Israel de las garras del Faraón.
Moisés llegó al Monte Horeb,  es otro nombre para el monte Sinaí, donde Dios revelaría al pueblo su ley.
Dios habló a Moisés desde una fuente inesperada, una zarza ardiente. Cuando Moisés la vio, fue a investigar. Dios se revela a Moisés en un lugar común, que se convierte en sagrado debido a la presencia de Dios. La combustión espontánea no era algo inusual en el desierto, pero una llama que no se consumía constituía un acontecimiento extraordinario y llamativo.
Dios le ordenó a Moisés quitar sus sandalias y cubrir su rostro. Quitarse el calzado era un acto de reverencia que comunicaba su propia indignidad ante Dios.
Dios reconoce que ha visto y ha oído la aflicción de los hebreos y decide intervenir directamente.
Moisés se excusó porque se sentía incapaz para la tarea que Dios le encomendó. Era natural en él que se sintiera así. Sí, era incapaz por sí solo. Pero Dios no le estaba pidiendo a Moisés que trabajara solo.
Dios se identifica a sí mismo como YO SOY EL QUE SOY. Al revelar su nombre divino declara su carácter y sus atributos, subrayando que la cuestión no consiste en quién es Moisés, sino quién está con él.
Los egipcios tenían muchos dioses de muchos nombres diferentes. Moisés quería saber el nombre de Dios para que el pueblo hebreo supiera quién exactamente lo había mandado. Dios se llamó a sí mismo YO SOY, un apelativo que describía su poder eterno y su carácter inalterable.
Jehová, o Yavé, deriva de la palabra hebrea que corresponde a YO SOY. Dios le estaba recordando a Moisés las promesas de su pacto hechas a Abraham (Génesis 12.1-3; Génesis 12.15; 17), a Isaac (Génesis 26.2-5) y a Jacob (Génesis 28.13-15).
Dios instruyó a Moisés para que le dijera al pueblo lo que había visto y oído en la zarza ardiente. Los líderes de Israel aceptarían el mensaje y los de Egipto lo rechazarían.
En cuanto al Faraón aquí le dice a Moisés que las peticiones, las persuasiones y las quejas humildes no prevalecerían con él; ni siquiera una mano poderosa extendida en señales y prodigios. Pero los que no se inclinaran ante el poder de su palabra ciertamente serían quebrados por el poder de la mano de Dios.
El pueblo de Faraón, al final, daría riquezas a Israel antes de su partida.

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