viernes, 3 de junio de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 33



LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 33

En este capítulo 33 de Génesis leemos sobre el encuentro de Jacob con su hermano Esaú.
Ya habían pasado veinte años desde que Jacob había salido huyendo de la furia de su hermano.  Sin duda se preguntaba si Esaú todavía le guardaba resentimiento o ya lo había perdonado.  A primera vista, parecía que venía con ánimos de pelear, ya que venía acompañado de una gran compañía de hombres. En vista de eso, Jacob protegió a su familia de un posible ataque de Esaú.
Jacob actuó con mucha sabiduría en su encuentro con Esaú.  No se puso en una actitud agresiva sino defensiva.  Pero lo más importante es que actuó con mucha humildad. 
La Biblia nos revela que Esaú dejó la tierra de Canaán para establecerse en Seir.  Esa era una región desértica y despoblada, pero Esaú y sus descendientes habitaron allí y formaron el reino de Edom. 
La herencia que Esaú escogió fue ser rey de los chacales del desierto, en lugar de ser siervo de Dios.   Por eso lo vemos fuera de la Tierra Prometida. 
Esaú venía acompañado de 400 hombres, dispuestos a pelear.  Pero la actitud de humildad de Jacob desarmó a Esaú.
En lugar de atacarlo, Esaú se emocionó al verlo y lo abrazó.  Luego quiso conocer a su familia.
Luego de conocer a la familia, Esaú le preguntó a Jacob acerca de los regalos que le había enviado en el camino.
Esaú no quería comprometerse con Jacob, y por eso le dijo que él tenía suficiente, y no necesitaba nada. Pero Jacob le explicó que los regalos eran de reconocimiento, y no de compromiso.
Jacob no quería ir a Edom, sino a la Tierra Prometida.  Aunque allí fuera peregrino y extranjero, para él esa era la tierra que Dios le había prometido darle a sus descendientes. Esa era la tierra que consideraba su herencia eterna.
El problema es que Jacob no sabía cómo decirle esto a Esaú.  Sin duda quería evitar que su hermano se enojara de nuevo.
La intención de Jacob no era seguir a Esaú a Seir, sino seguir su camino hacia la Tierra Prometida.
Mientras que Esaú regresó a su tierra en Seir (hoy, al sur de Jordania), Jacob tomó rumbo hacia la Tierra Prometida.  Pero antes de cruzar el Río Jordán, se detuvieron temporalmente en Sucot.
Es curioso que “Sucot” era la palabra hebrea para “tabernáculos o cabañas”.   También es el nombre de la última fiesta de redención que celebra la vida de los israelitas en el desierto, justamente antes de entrar a la Tierra Prometida.
Finalmente entra a la Tierra Prometida, luego de los 20 años que estuvo en exilio. Sin duda era un momento muy significativo en la vida de Jacob. 
El salió solo de la Tierra Prometida, y ahora regresaba con una gran familia. 
Jacob hizo dos actos muy significativos al entrar a la Tierra Prometida, compró tierras y levantó un altar a Dios y lo llamó El-Elohe-Israel que significa: “Dios, el Dios de Israel”
Con este acto, Jacob estaba haciendo una declaración muy importante: estaba reconociendo que el Dios de Abraham e Isaac también era su Dios, el Dios de Israel (el nuevo nombre que el Señor le había dado).
Ya entrado en la Tierra Prometida, el lugar que Jacob escogió para asentarse fue Siquem.  Este lugar es el mismo en el que Dios mandó construir un altar cuando los israelitas entraron a la Tierra Prometida.  Está situado entre dos montes:  Ebal y Gerizim. También allí fue donde Abraham se detuvo, y construyó un altar. (Génesis 12. 6,7)
Siquem era una tierra idónea para alimentar al ganado.  Más tarde, veremos que los hijos de Jacob regresan allí con sus rebaños (Gen. 38.1-2). 
Aunque era ideal para el oficio de Jacob, como ganadero, en realidad no era donde Jacob debía permanecer.  Pronto Dios lo va a llamar para que siga su camino, siguiendo los pasos de Abraham. Siquem tampoco era ideal porque los habitantes tenían otro estilo de vida. 

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