lunes, 20 de junio de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 49. 5 - 7



LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 49. 5 - 7

Al habérsele quitado el derecho de primogenitura a Rubén, Simeón pudo haberlo obtenido por ser el segundo en línea.
  Pero tanto él como Levi, el tercer hijo, perdieron ese derecho debido a un acto violento, tomaron venganza en sus propias manos (Génesis 34).   
Simeón y Leví tomaron la justicia en sus propias manos.  Se vengaron de la violación de su hermana Dina matando al hombre culpable, junto con todos los hombres de ese pueblo.  Dejaron vivos sólo a las mujeres e hijos, y aun a ellos los tomaron como esclavos, y como botín todo su ganado y sus pertenencias. Lo que hicieron ellos no fue justicia sino venganza, lo cual trajo más injusticia. Con ese acto impetuoso, ellos deshonraron a su padre, haciéndolo quedar mal, ya que él había llegado a un arreglo con ese pueblo.  Pero los hijos violaron el pacto. 
A pesar de la amonestación de Jacob, ellos no se arrepintieron; más bien, se justificaron.
Ellos siguieron cargando con su error por el resto de sus vidas.  Por la falta de arrepentimiento, las consecuencias afectaron a sus descendientes.
Siméon y Levi actuaron juntos; de la misma manera, juntos recibieron la bendición final de su padre.
La profecía de Jacob se cumplió al pie de la letra.  A la hora de la repartición de territorios en la Tierra Prometida, los levitas y los simeonitas terminaron separados y dispersados.
A la tribu de Simeón le fueron asignadas tierras dentro del territorio de la tribu de Judá (Josué 19.9).  Para colmo, las ciudades que fueron asignadas a Simeón estaban todas en la región más árida e inhóspita, conocida como el desierto del Neguev. 
La tribu de Levi no recibió territorio propio, sino que les fueron asignadas 48 ciudades dispersadas en todo el territorio de Israel (Josué 21.41-42).
Esta asignación de tierras podría parecer “injusta”, como un castigo; pero no fue ésa la intención de Josué.  En el momento de la colonización, esa asignación fue estratégica.  Al entrar a la Tierra Prometida, la tribu de Simeón contaba con poca población, y por eso se le incluyó con Judá. 
A diferencia de los simeonitas, los levitas aprendieron de los errores del pasado y buscaron revertir la maldición que trajo el pecado de su padre. 
El momento que cambió el destino de los levitas fue entorno al pecado del Becerro de Oro.  Los levitas fueron los únicos que se levantaron del lado de Dios (Éxodo 32.25-29). El resultado de esto fue la santificación de los levitas.  Dios los apartó para servirle como sacerdotes.  Sólo ellos iban a poder entrar en el Tabernáculo para servir al Señor y ofrecer los sacrificios.  Anteriormente, todos los primogénitos se les consideraban como “sacerdotes” de su familia; pero luego los levitas fueron consagrados para tomar el lugar de los primogénitos en todo Israel (Números 3.5-13). 
Tal como profetizó Jacob, también los levitas fueron dispersados en todo el territorio de Israel, pero por diferente razón que los simeonitas.  A los levitas les fueron asignadas 48 ciudades donde habitar, las cuales estaban dispersadas en todo el territorio de Israel. 
No les fue dado territorio a los levitas, pero recibieron una mejor heredad.
Los levitas iban a dedicarse a servir al Señor.  No les fue dada tierra porque ellos no tendrían que trabajar en el campo.  Para su sustento recibirían ofrendas, primicias y el diezmo de las demás tribus.
La tribu de Levi logró revertir la maldición, y volvió en bendición. 

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