LECTURA
DIARIA:
Génesis
capítulo 49. 5 - 7
Al habérsele
quitado el derecho de primogenitura a Rubén, Simeón pudo haberlo obtenido por
ser el segundo en línea.
Pero tanto él como Levi, el tercer hijo,
perdieron ese derecho debido a un acto violento, tomaron venganza en sus
propias manos (Génesis 34).
Simeón y Leví
tomaron la justicia en sus propias manos. Se vengaron de la violación de
su hermana Dina matando al hombre culpable, junto con todos los hombres de ese
pueblo. Dejaron vivos sólo a las mujeres e hijos, y aun a ellos los
tomaron como esclavos, y como botín todo su ganado y sus pertenencias. Lo que
hicieron ellos no fue justicia sino venganza, lo cual trajo más injusticia. Con
ese acto impetuoso, ellos deshonraron a su padre, haciéndolo quedar mal, ya que
él había llegado a un arreglo con ese pueblo. Pero los hijos violaron el
pacto.
A pesar de la
amonestación de Jacob, ellos no se arrepintieron; más bien, se justificaron.
Ellos
siguieron cargando con su error por el resto de sus vidas. Por la falta
de arrepentimiento, las consecuencias afectaron a sus descendientes.
Siméon y Levi
actuaron juntos; de la misma manera, juntos recibieron la bendición final de su
padre.
La profecía
de Jacob se cumplió al pie de la letra. A la hora de la repartición de
territorios en la
Tierra Prometida , los levitas y los simeonitas terminaron
separados y dispersados.
A
la tribu de Simeón le fueron asignadas tierras dentro del territorio
de la tribu de Judá (Josué 19.9). Para colmo, las ciudades que fueron
asignadas a Simeón estaban todas en la región más árida e inhóspita, conocida
como el desierto del Neguev.
La tribu
de Levi no recibió territorio propio, sino que les fueron asignadas 48
ciudades dispersadas en todo el territorio de Israel (Josué 21.41-42).
Esta
asignación de tierras podría parecer “injusta”, como un castigo; pero no fue
ésa la intención de Josué. En el momento de la colonización, esa
asignación fue estratégica. Al entrar a la Tierra Prometida ,
la tribu de Simeón contaba con poca población, y por eso se le incluyó con
Judá.
A diferencia
de los simeonitas, los levitas aprendieron de los errores del pasado y buscaron
revertir la maldición que trajo el pecado de su padre.
El momento
que cambió el destino de los levitas fue entorno al pecado del Becerro de
Oro. Los levitas fueron los únicos que se levantaron del lado de Dios
(Éxodo 32.25-29). El resultado de esto fue la santificación de los
levitas. Dios los apartó para servirle como sacerdotes. Sólo ellos
iban a poder entrar en el Tabernáculo para servir al Señor y ofrecer los
sacrificios. Anteriormente, todos los primogénitos se les consideraban
como “sacerdotes” de su familia; pero luego los levitas fueron consagrados para
tomar el lugar de los primogénitos en todo Israel (Números 3.5-13).
Tal como
profetizó Jacob, también los levitas fueron dispersados en todo el territorio
de Israel, pero por diferente razón que los simeonitas. A los levitas les
fueron asignadas 48 ciudades donde habitar, las cuales estaban dispersadas en
todo el territorio de Israel.
No les fue
dado territorio a los levitas, pero recibieron una mejor heredad.
Los levitas
iban a dedicarse a servir al Señor. No les fue dada tierra porque ellos
no tendrían que trabajar en el campo. Para su sustento recibirían
ofrendas, primicias y el diezmo de las demás tribus.
La tribu de
Levi logró revertir la maldición, y volvió en bendición.
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