LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 31
En el capítulo anterior vimos que Jacob y Labán habían llegado a un acuerdo en el que ambos podrían salir beneficiados en el negocio de los rebaños.
Sin embargo, Labán no estaba contento viendo a su yerno prosperar. Este sentimiento lo trasmitió a sus hijos también.
Labán era el tipo de persona que no puede considerar salir perdiendo, ni pensar que alguien prospere al igual o más que él. No había forma de prosperar y a la vez guardar la paz con Labán. Esta forma de pensar fue heredada a sus hijos, quienes veían mal la prosperidad de Jacob.
En esas condiciones, Jacob sabía que no podría prosperar si se quedaba allí; por lo tanto, decidió regresar a su tierra natal, aun cuando esto fuera riesgoso, pues no sabía si su hermano Esaú lo había perdonado después de todos estos años.
Para darle un empujoncito en la dirección correcta, Dios le habló a Jacob.
Para Jacob no era una decisión difícil regresar a su tierra y a su familia. La pregunta era si sus mujeres, hijas de Labán, estarían de acuerdo con marcharse y dejar su tierra y parentela. Por eso, Jacob llamó a sus mujeres y les habló del tema.
Dios había estado con Jacob en todo este tiempo. Lo había acompañado, protegido y prosperado. Ahora el Señor le estaba recordando del voto que había hecho.
Si Jacob regresaba a la Tierra Prometida , también debían acompañarlo sus mujeres e hijos. Contando con el apoyo de su familia, Jacob comenzó a hacer preparativos para su salida de Harán. Sin embargo, no se sintió en la libertad de contarle sus planes a su suegro, pues sabía que él se iba a oponer. Se marcharon a escondidas.
Lamentablemente, Jacob no había dejado por completo el engaño, y se fue sin despedirse. A ese engaño, se añadió otro que hizo Raquel, al robarse los ídolos de su padre.
Lo que hubiera parecido como un traslado normal de tiendas buscando mejores pastos para los rebaños, resultó ser una fuga más allá de las fronteras en las que ellos acostumbraban andar.
Al darse cuenta que Jacob había huido con su familia más allá de sus tierras, Labán salió a perseguirlos.
Labán no se quedó de brazos cruzados. Él los persiguió hasta alcanzarlos, más allá de sus fronteras. Seguramente no iba con buenas intenciones, pero Dios se le apareció a Labán en un sueño y lo frenó de hacerles mal.
De nuevo vemos que Jacob busca excusas para su engaño, en realidad, no se arrepintió; más tarde se ven las consecuencias. El será objeto de engaño, tanto por parte de Raquel, como de una de las concubinas, y también de sus hijos.
Jacob se excusó por salir huyendo con su familia, pero se defendió con respecto a la acusación de haber robado los ídolos, ya que él no sabía que Raquel los había tomado.
Creyéndose inocente, hizo una declaración que terminó siendo una maldición, más adelante veremos que Raquel muere de un parto complicado (Gen. 35.16-20).
Siendo un hombre engañador, Labán no creyó en la palabra de Jacob; por eso, se dispuso registrar todo lo que llevaban Jacob y su familia, para tomar lo que él creía ser suyo.
Raquel no sólo engañó, sino también robó y cometió idolatría. En el Medio Oriente la gente solía tener “ídolos domésticos”, que era dioses que cada familia tenía. Ellos veneraban esos ídolos porque creían que éstos los protegían y les traían prosperidad. Raquel tenía puesta su fe en esos ídolos, y no en el Dios de Israel, a quien probablemente aún no conocía.
Aunque había salido a escondidas, Jacob no se llevó nada que no fuera suyo. Aun así, Labán no quería reconocer que todo lo que Jacob tenía era de él. Se acogió a la idea de que él era el patriarca, y por ende creía que todo le pertenecía.
Labán le sugirió a Jacob hacer un pacto. Jacob aceptó hacer un pacto, pero no el que proponía el suegro. Jacob quería un “pacto de separación”.
Jacob levantó dos señales: una piedra y un majano. (montón de piedras que servían de señal o límite)
El pacto de paz que hicieron Labán y Jacob no era una alianza de vivir juntos en armonía, sino de respeto viviendo separados de común acuerdo.
El montón de piedras sirvió como señal de una frontera que no debe ser cruzada. Esta frontera representa la separación de la Casa de Jacob y la familia de Nacor, Betuel y Labán.
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