sábado, 4 de junio de 2016

Leyendo... Génesis capítulo 34



LECTURA DIARIA:
Génesis capítulo 34

La única hija que la Biblia menciona que tuvo Jacob es Dina.  En el capítulo 30 se habla brevemente de su nacimiento (Gen. 30:21), pero en este capítulo vuelve a salir a luz en circunstancias poco afortunadas.

Ciertamente la violación es una gran afrenta a la mujer.  Pero debemos entender que en la cultura de los cananeos, eso era aceptable. Esto no se dice para excusar a Siquem, porque no tiene excusa, sino para entender el contexto en el que eso sucedió.  En la cultura cananea era aceptable que los hombres tomaran a las mujeres que les gustaban. 
Para Siquem era normal lo que hizo. Lo que más sorprende es el silencio de Jacob al enterarse de lo que había pasado.
El padre de Siquem se presentó a Jacob.  No venía con disculpas, porque a sus ojos no habían hecho nada fuera de lo común.  El venía con una propuesta matrimonial.  Como líder del pueblo, seguramente ellos veían la propuesta como un privilegio. 
Aquí no queda claro el acuerdo al que llegaron con Jacob.  Más bien, la Biblia nos lleva directamente al encuentro entre Hamor y los hijos de Jacob.  Alguien les llevó la noticia, y ellos regresaron de inmediato.  Pero Los hijos de Jacob no reaccionaron tan pasivamente como lo hizo su padre.  Ellos se molestaron mucho, y lo expresaron.  Sin embargo, Hamor les salió al encuentro y trató de calmarlos, asegurándoles que su intención era honrar a la chica con el matrimonio, y además beneficiar económica y socialmente a la familia de Jacob.
Los hijos de Jacob no reaccionaron positivamente a lo que había sucedido con Dina, especialmente los hermanos consanguíneos, Simeón y Levi (hijos de Lea). 
Aunque tenían “la justicia” de su lado, la perdieron cuando decidieron tomar la justicia en manos propias.  En ese momento, los hijos de Jacob se dejaron llevar por la emoción, y no por la voz de la razón ni la sabiduría divina.  Ellos querían venganza, sin medir las consecuencias.  Con ese objetivo, urdieron un plan para engañar a Siquem y su pueblo. 
Los hijos de Jacob se acercaron a Siquem para hacerle una propuesta, con aparente “buena voluntad”.  Le propusieron un plan de alianza, que en realidad era una treta para vengarse. Todo esto lo hicieron a espaldas de Jacob.
En apariencia, esta propuesta parecía algo normal, ya que los descendientes de Abraham se circuncidaban.  Sin embargo, la intención de los hijos de Jacob no era buena.  Ellos no querían hacer alianza con los de Siquem, sino que querían vengarse.
Este fue el problema de los habitantes de Siquem.  Ellos querían creer el engaño. Primero, Siquem quería creer porque estaba enamorado de Dina.
En cuanto al resto del pueblo, ellos creían ciegamente en su líder, y les convenía creer que la riqueza de Jacob les salpicara a todos.
La única condición que pusieron los hijos de Jacob para esa unión, fue que se circuncidaran de esa manera serían un solo pueblo. 
Al tercer día de haberse circuncidado los hombres del pueblo de Siquem, salió a luz las verdaderas intenciones de los hijos de Jacob, en específico Simeón y Levi.
La venganza no se limitó a defender la causa de Dina, sino también aprovecharon a tomar botín.  Se quedaron con sus pertenencias y esclavizaron a sus familias.
Esto es un buen ejemplo de lo negativa que es la venganza.  La venganza no borra el mal, sino que en realidad lo multiplica.  El mal no justifica el mal; a los ojos de Dios, el mal debe ser vencido con el bien.
A todo esto, Jacob no se enteró de los planes de sus hijos sino hasta que ya había sido ejecutado. La acción “justiciera” de Simeón y Levi no trajo buenas consecuencias.
Jacob quedó avergonzado, porque faltó a su palabra, es decir, al acuerdo al que había llegado con el pueblo de Siquem. 
La venganza trajo destrucción, incluyendo a gente que no tenía la culpa.
Simeón y Levi perdieron su lugar de preeminencia en la familia.
Toda la familia tuvo que salir huyendo de ese lugar.

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