UN MOMENTO CON DIOS
La trampa
“El miedo a los hombres es una trampa, pero el que confía en el Señor estará protegido.” (Proverbios 29. 25)
Los antiguos cazadores no
tenían armas de fuego ni miras telescópicas, por lo que debían utilizar su ingenio
para poder cazar las presas. Como sus armas no eran confiables, usaban métodos
alternativos. La más clásica de las trampas era cavar un pozo profundo en la
tierra, cubrirlo con ramas y colgar un señuelo para llamar la atención de la
presa. Cuando ésta se acercaba para tomar el señuelo, las ramas no soportaban
su peso y caía en el pozo. Ya encerrado y sin salida, era fácil presa del
cazador.
Las trampas siempre han sido
una herramienta muy utilizada para conseguir lo que se desea. Son situaciones
ocultas, oscuras, inquietantes que se esconden para dañar. Nunca una trampa
tiene como finalidad el beneficio de la presa, siempre el beneficio es para el
cazador y a expensas del atrapado.
Salomón, el hombre más sabio
del mundo rescata esta idea y con gran sutileza define una máxima espiritual.
Confiar en las personas, es una trampa. Porque el ser humano está condenado a
fallar, a fracasar, a mentir y a perjudicar a los otros. Está en su misma
naturaleza y no puede evitarlo. Puede disimular por un tiempo, pero a la corta
o a la larga, la trampa terminará dañando a otros.
Frente a esta realidad,
Salomón, recomienda un camino más seguro. Frente a la amenaza permanente que es
el resultado de vivir en esta sociedad, podemos confiar en Dios para salir bien
librados.
Porque Dios no cambia, y
siempre permanece fiel; no importa cuántas veces le fallemos, ni lo mal que nos
portemos, en SU misericordia ÉL nos sigue amando de la misma manera y nos sigue
buscando.
¿Debemos por esta razón dejar
de creer en todas las personas y verlas como enemigos? De ninguna manera; lo
que recomienda Salomón es a tener cuidado y estar atentos.
Relacionarnos con todos, pero
no depender de ninguno; trabajar en armonía, pero no depositar toda nuestra
esperanza en lo que pueda darnos alguna persona, porque como persona se puede
equivocar.
Nuestra confianza
[dependencia] pertenece a nosotros, y debemos escoger en quién o en qué
depositarla. Sabemos que Jesús es la Roca Eterna, todo lo demás es arena
movediza. Eso significa que somos sabios cuando confiamos en ÉL, la única
fuente de estabilidad.
Empeñémonos en crecer hasta
tal punto que podamos decir: “Solamente en Cristo pondré mi confianza”,
entonces, y sólo entonces, vendrá el gozo, la paz, la victoria y sólo ÉL
recibirá toda la gloria.
No caigamos en la trampa de
confiar en la fuente equivocada. Solo Dios es digno de confianza y nunca falla.
Acerquémonos confiadamente al Trono de Su Gracia, para hallar el oportuno
socorro.
Dios les bendiga
abundantemente.
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