UN MOMENTO CON DIOS
Agua de vida
“Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”. (Apocalipsis 22. 1)
Hay un río llamado Meno, que
nace entre la floresta en el Monte de los Pinos, en Alemania. Donde nace, sus
aguas son tan claras y puras que pueden ser bebidas sin ninguna preocupación de
contaminación.
Sin embargo, a medida que va
pasando por aldeas y ciudades, debido a las industrias y a la basura que la
gente va arrojando, se va contaminando a tal punto que ni la hierba en sus
orillas logra crecer cuando desemboca en el mar.
Nuestra vida puede ser
comparada con un río como ése.
Cuando nacemos, somos puros e
ingenuos, y desconocemos la suciedad del mundo. Pero, con el pasar de los años,
vamos acumulando diariamente experiencias mediante los amigos, los grupos
sociales y las diversiones, que incorporan a nuestra vida el egoísmo, la
avaricia, los celos, el temor, la envidia; en fin, tanta basura que acabamos
contaminados.
Afortunadamente, el río se
purifica nuevamente cuando entra en contacto con el océano. De la misma forma,
podemos encontrar influencias purificadoras a lo largo de nuestra vida.
Una de ellas son los buenos
profesores que aconsejan y orientan a sus alumnos para que alcancen una vida
feliz y de éxito. Los buenos amigos también pueden ser influencias
purificadoras. Los buenos consejos y las palabras amigas pueden ayudarnos a
apartarnos de las cosas perjudiciales.
La verdadera purificación, sin
embargo, solo puede ser ofrecida por Dios, mediante su Hijo Jesús. Solo ÉL nos
puede perdonar y renovarnos. Aquel que purificó a los leprosos en el pasado
también está listo para oír nuestros pedidos y purificarnos de las malas
influencias de cada día.
Llegará el día en el que Dios
establecerá la Tierra Nueva, con habitantes santificados y glorificados
por causa de la salvación dada por Jesús. Entraremos entonces en contacto con
otro río: el río de la vida, cuyas aguas son puras y cristalina. Ese río jamás
se contaminará, aunque atraviese la ciudad. Sí, porque en la Ciudad de
Dios nunca habrá contaminación.
Dios les bendiga
abundantemente.
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