sábado, 30 de abril de 2022

Un momento... Nuestro muro de defensa

 


UN MOMENTO CON DIOS

Nuestro muro de defensa

 

"En el día que temo, yo en Ti confío". (Salmo 56. 3)

 

Una de las maravillas más asombrosas del mundo es la Gran Muralla China. Construida durante un período de muchos siglos, primordialmente durante la Dinastía Ming (1368- 1644), su propósito era impedir que entraran los invasores, incluyendo a los fieros y crueles mongoles.

Imaginemos una barrera de defensa que se extienda miles y miles de kilómetros y que tenga una altura de varios pisos. La Gran Muralla China se ha convertido en un símbolo de protección y seguridad. ¡Ah, si pudiéramos protegernos de nuestros enemigos con un escudo así!

Sin embargo, la Gran Muralla China no es tan buena como la pintan. La razón es que los periodistas occidentales y los escritores patrióticos chinos la han romantizado y exagerado.  Ésta es la verdad: No es continua, como muchos creen. De hecho, se han descubierto numerosos segmentos de la muralla por toda la China, que generalmente van, aunque no necesariamente, de este a oeste.

Fueron construidos durante varias dinastías. Comúnmente se cree que la Gran Muralla tiene más de 2.000 años de antigüedad. Eso no es cierto. Algunos segmentos menores se construyeron durante la Era de los Estados Guerreros (403-221), pero los segmentos más impresionantes y mayores fueron construidos hace unos 500 ó 600 años.

Otro punto, una fuente tras otra nos han dicho que la Gran Muralla se puede ver desde la luna. Un escritor occidental lo sugirió, y muchos otros escritores lo han repetido. Pero sencillamente no es cierto. Sí se puede ver desde los satélites y las naves espaciales, pero no desde la luna.

Sin embargo, hay un sistema de defensa que es continuo, impenetrable e invencible. El mismo Dios es nuestra fortaleza (Salmo 18. 2).

Nuestro enemigo no puede violar sus poderosas murallas. Por fe confiamos en las promesas de DIOS, el cual no nos permite ser destruidos por fieros dardos ni flechas encendidas. Las acusaciones falsas, las palabras airadas, los ataques sutiles o las fieras tentaciones no pueden subyugar

Su fortaleza y aún hay recompensa para El que confía en Dios. Es bienaventurado, dichoso, feliz, el que pone todos sus asuntos en las manos de Aquél que todo lo puede, en la certeza y completa seguridad de que no ha de fallarle.

El solo hecho de poder contar con Alguien en quien podemos confiar plenamente supone una hermosa y valiosa bendición.

¿Qué es lo que produce tal confianza, para que en medio del más grave problema, podamos descansar sin temor alguno? ...  La convicción de que Dios nos ama como nadie. 

Si creemos en el amor y fidelidad de DIOS para con nosotros, debemos de confiar en Él, nuestro Protector.

Sí, estamos más seguros en Jesús que en cualquier otro lugar el universo. ¡En Él se puede confiar!

Dios les bendiga abundantemente.

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