sábado, 16 de abril de 2022

Un momento... Nos salvó a todos

 


UN MOMENTO CON DIOS

Nos salvó a todos

 

“De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían: —Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos! Y hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban.” (Marcos 15. 31 – 32)

 

No era una hermosa escena: soldados vigilando con poca paciencia que se divertían burlándose de los que colgaban de una cruz, muchas mujeres y algunos discípulos esperando contra toda esperanza por un último milagro, mientras la naturaleza reaccionaba ocultando por completo el sol. Dios, el Padre, se alejó, dando espacio a que la muerte hiciera su trabajo, mientras los escribas, junto con los principales sacerdotes, se sacaban las ganas de burlarse del indefenso.

Peor aún, los líderes religiosos de Israel muestran su pobre percepción de la vida, de la muerte, del juicio de Dios, y de la salvación universal: "¡Salvó a otros, pero a Sí mismo no pueden salvarse!".

Por supuesto que Jesús podía salvarse a Sí mismo, pero no quería. Jesús quería salvar a otros, incluyendo a los soldados romanos, a Sus discípulos, a las mujeres que lo acompañaron, a los principales sacerdotes y los escribas, a cada uno de nosotros. Y Jesús murió. Muchos respiraron aliviados.

El Padre en los cielos quedó satisfecho: nuestra redención había sido lograda. El centurión romano dijo la frase más importante de su vida: "En verdad, este hombre era Hijo de Dios".

Nosotros estamos parados frente a la cruz, observando con miedo, incómodos, viendo el sufrimiento de Jesús, rodeados de oscuridad y al mismo tiempo, tratando de comprender la magnitud de nuestro pecado que mató al Hijo de Dios.

¿Entendemos lo que está sucediendo? El Padre en los cielos, por causa de Jesús, quitó nuestra culpa, rasgó el velo del Templo para darnos acceso directo a Su presencia. Respiramos aliviados, no porque nos sacamos a Jesús de encima, sino porque ÉL ocupó nuestro lugar a la hora del castigo: Se dejó clavar en la cruz para que nosotros podamos caminar libremente.

Caminemos entonces, detrás del Buen Pastor que sabe cuál es el camino a la vida eterna. La Biblia promete vida eterna a todos los que reciben a Cristo. "Y éste es el testimonio: Que DIOS nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de DIOS no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de DIOS, para que sepáis que tenéis vida eterna.” (1 Juan 5. 11 - 13).

Demos constantemente gracias a DIOS porque Cristo ya está en nuestra vida y porque ÉL nunca nos dejará.

Podemos saber que Cristo está viviendo dentro de nosotros y que tenemos vida eterna, desde el momento en que le recibimos como nuestro Salvador y Señor, basándonos en Su promesa.

Mas si aún no lo hemos hecho, podemos recibir a Cristo ahora mismo mediante la fe expresada en una oración.

DIOS conoce nuestro corazón y no tiene tanto interés en nuestras palabras, sino más bien en la actitud de nuestro corazón.

Te sugerimos como guía la siguiente oración: "Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que yo sea."

¿Expresa esta oración el deseo de tu corazón?  Si lo expresa, ahora mismo ora y Cristo vendrá a tu vida como ÉL lo ha prometido. Gracias, Jesús, porque tu muerte nos dio vida.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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