sábado, 29 de enero de 2022

Un momento... El Dios que restaura

 


UN MOMENTO CON DIOS

El Dios que restaura

 

Después de una catástrofe en cualquier lugar del mundo se hacen labores de reconstrucción rápidas para levantar esa ciudad golpeada por el desastre, las cosas nunca volverán a ser iguales, cambiarán para siempre, pues muchos se han ido y hemos llorado sin entender la magnitud de esta pérdida. En momentos así el único consuelo es Dios, quien promete llevar nuestro dolor.

«Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos».
«Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego? Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí». (Nehemías 1. 1 – 11)

En el pasaje de hoy vemos a un hombre de Dios llorando por la destrucción de su pueblo, su ciudad ha sido quemada y dejada en ruinas. El templo ha sido destruido, este símbolo de su fe está en escombros, a pesar de su dolor Nehemías se mantuvo en pie, confiando en el Dios grande y poderoso que él tenía, capaz de restaurarlo todo.

Su firmeza estuvo basada en muchas cualidades que debemos aprender:

1) Era un hombre de oración, con la confianza de que en los momentos difíciles hay un Dios que escucha.

2) Era un hombre de integridad espiritual, que nunca dudo de Dios, sabía que en todo hay un propósito.

3) Tenía un deseo y una visión grandes de lo que Dios podía hacer a través de su vida.

Con éstas cualidades y la ayuda de Dios se propuso restaurar Jerusalén y lo logró. Si tenemos fe nosotros también podemos lograr la restauración no sólo de nuestra propia vida, sino la de otras personas, que llevan vidas arruinadas por problemas, vicios, malas decisiones y falta de confianza en Dios.
Estamos llamados a ser constructores de vidas dando esperanza para un nuevo comienzo con Jesús nuestro Salvador, nuestro Restaurador.

Dios les bendiga abundantemente.

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