miércoles, 18 de marzo de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
El pecado deshonra al Señor y nos quita el gozo.
         
En el Salmo 51 versículo 4, David le dice a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio”. 

Pensemos sobre la primera parte del versículo donde él dice: “Contra ti, contra ti solo he pecado”. Pero, ¿contra quién pecó David? Al pensar en eso, podríamos decir: Al cometer adulterio David pecó contra su propio cuerpo. Obviamente también pecó contra su familia. Y no sólo pecó contra su cuerpo y contra su familia; pecó contra la nación de Israel.
Ninguno de estos pecados se menciona. Él vio el pecado como lo que realmente es, ¡una afrenta contra el Omnipotente Dios! Como David amaba a Dios, su corazón estaba roto. Por eso dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos”.
Cuando una persona quiere cometer adulterio, a veces planea una cita clandestina, algún encuentro confidencial en algún lugar oculto. Pero David cayó en la cuenta: “Mi Dios, me estabas mirando. Tus ojos vieron lo que hice. Oh Dios, Dios mío, Dios, el Dios que yo amo, Señor, he pecado contra ti. No sólo he quebrantado tu ley, sino que también he roto tu corazón”. 
Un hombre no salvo a veces se siente mal por lo que el pecado le hace. Un hombre que es salvo se siente mal por lo que su pecado le hace a Dios. Esa es la diferencia. ¿Qué es lo que asusta a un esclavo cuando desobedece? El látigo. Pero cuando un hijo desobedece, es lastimado por el desagrado que le causa a su padre.
Cuando amamos a Dios, podemos saber que somos salvos cuando es el pecado, y no el castigo, lo que cargamos en la conciencia.
David posiblemente pensó: “Mi pecado no sólo ha ensuciado mi alma, no sólo ha dominado mi mente, ¡ha deshonrado a mi Dios! Dios, he pecado contra ti”. El pecado deprime el corazón En el versículo 8 de este salmo, David habla sobre las consecuencias de su pecado: “Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado”. Está deprimido. No tiene alegría, no tiene gozo.
¡Parecía emocionante mientras lo hacía, mientras estaba cometiendo el pecado! Pero la Biblia dice: “Sabroso es al hombre el pan mal adquirido; pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo” (Proverbios 20.17)
David había perdido su gozo. Miremos el versículo 12: “Devuélveme el gozo de tu salvación…”. No dice: “Señor, restaura mi salvación”, porque la tenía.
Pero había perdido el gozo de tenerla.
La persona más miserable sobre la tierra no es la que está perdida, sino la que es salva pero no tiene comunión con Dios.
Sólo una cosa nos puede quitar el gozo de nuestro corazón; no son dos, ni tres, ni cuatro; es sólo una, y esa es el pecado. Y sólo un tipo de pecado: el propio.
Dios les bendiga abundantemente.

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