UN MOMENTO CON DIOS
¿Quién es nuestro prójimo?
“Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos? —preguntó Jesús. El hombre contestó: —El que mostró compasión. Entonces Jesús le dijo: —Así es, ahora ve y haz lo mismo”. (Lucas 10. 36 – 37)
La parábola del Buen
Samaritano, contada por Jesús en Lucas 10. 30 - 37, es una de las enseñanzas
más poderosas sobre el amor al prójimo. Ante la pregunta de un intérprete de la
ley: “¿Y quién es mi prójimo?”, Jesús responde con una historia que trasciende
religiones, culturas y prejuicios.
Un hombre es atacado por
ladrones y dejado medio muerto en el camino. Pasa un sacerdote, luego un
levita, ambas figuras religiosas reconocidas, pero ninguno se detiene a ayudar.
Finalmente, un samaritano, alguien despreciado por los judíos, se compadece, lo
atiende, lo cura y se encarga de su bienestar. Irónicamente, el marginado actúa
como verdadero prójimo, mientras los "religiosos" ignoran al
necesitado.
Esta parábola confronta una religiosidad
vacía que no se traduce en acción. Nos recuerda que el amor al prójimo no se
limita a los que son como nosotros, a nuestros amigos o a los que comparten
nuestra fe. Jesús rompe los límites sociales y culturales y redefine al prójimo
como cualquier ser humano en necesidad, sin importar su origen, raza o
creencia.
El Buen Samaritano representa
el corazón compasivo de Dios. Nos enseña que el amor verdadero se demuestra con
hechos concretos: detenerse, acercarse, tocar, cuidar, invertir tiempo y recursos.
No basta con sentir lástima desde lejos; el amor cristiano nos mueve a actuar.
También hay un llamado
profundo a examinar nuestro propio comportamiento. ¿Nos parecemos más al
sacerdote que pasa de largo por conveniencia o al samaritano que se involucra a
pesar del costo? En un mundo donde el individualismo y la indiferencia
predominan, Jesús nos llama a vivir una fe activa, práctica y misericordiosa.
Ser prójimo es más que un
concepto; es una decisión diaria. Es abrir los ojos al dolor ajeno y responder
con amor. Que esta parábola nos inspire a vivir con compasión real, sin
barreras ni excusas, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien fue el Buen
Samaritano perfecto para nosotros, curando nuestras heridas con Su amor y
gracia.
Dios les bendiga abundantemente.

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