sábado, 16 de agosto de 2025

Un momento... El hombre de los últimos tiempos: Aborrecedores de lo bueno

 


UN MOMENTO CON DIOS

El hombre de los últimos tiempos: Aborrecedores de lo bueno

“Sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno.”  (2 Timoteo 3. 3)


El apóstol Pablo continúa su advertencia sobre los tiempos difíciles que vendrán.

Este versículo retrata un deterioro profundo del carácter humano cuando se aleja de Dios, y resalta especialmente el problema de la calumnia y el odio.

La calumnia es una herramienta destructiva usada para dañar la reputación de otros con mentiras o medias verdades. Es un veneno que destruye amistades, divide familias, siembra desconfianza en la comunidad y debilita a la iglesia. Detrás de cada calumnia hay orgullo, envidia, rencor o malicia, y quien la practica está cooperando con el enemigo, cuyo título en Apocalipsis 12. 10 es “el acusador de nuestros hermanos”.

El odio, por su parte, es una manifestación del corazón endurecido. Cuando el amor se enfría, como Jesús advirtió que ocurriría en los últimos tiempos (Mateo 24. 12), el odio ocupa su lugar. Este odio puede expresarse de forma activa, con violencia y crueldad, o de manera pasiva, con indiferencia, desprecio o deseos de mal. Pablo menciona que las personas serían “aborrecedores de lo bueno”, lo cual indica una inversión moral: se celebra el mal y se desprecia la verdad.

Ambas actitudes, calumnia y odio, destruyen la comunión, la justicia y la paz. Son señales claras de una sociedad que ha rechazado a Dios. Sin embargo, el creyente está llamado a vivir de forma opuesta: como pacificador, veraz, misericordioso y lleno de amor. No debemos dejarnos arrastrar por la cultura de odio o las conversaciones llenas de juicio. Más bien, debemos ser luz en medio de las tinieblas, hablando con verdad, pero con gracia, denunciando el pecado sin despreciar a las personas.

En estos tiempos, cuando la calumnia y el odio se han vuelto comunes, el testimonio de un creyente que ama, perdona y habla con integridad es más poderoso que nunca. Que nuestra vida refleje el carácter de Cristo, quien nunca calumnió, y que incluso amó a sus enemigos. Solo así seremos verdaderamente sal y luz en medio de un mundo roto.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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